En versión catalana original, ‘Valors tous en temps durs’, es el título del libro que contiene los resultados y las conclusiones de la Encuesta Europea de Valores presentado el 23 de febrero por ESADE y la Fundación Lluís Carulla. El estudio dirigido por Javier Elzo, catedrático emérito de Sociología de la Universidad de Deusto, y Àngel Castiñeira, director académico de la Cátedra Liderazgo y Gobernanza Democrática de ESADE analiza la evolución de la sociedad catalana en los últimos diez años (hasta 2009). El estudio forma parte de la tercera edición de la Encuesta Europea de Valores, que se lleva a cabo en Cataluña cada diez años. En esta edición, se han realizado un total de 1.200 encuestas y se han añadido al estudio preguntas propias sobre la realidad de la sociedad catalana.
El estudio señala que los valores de los catalanes han cambiado en los últimos diez años, y que la sociedad catalana ha evolucionado hacia creencias más «blandas» y ha difuminado el eje de izquierdas y derechas en el orden ideológico. Según los datos presentados, la sociedad catalana es hoy más individualista, liberal, tolerante, plural y democrática, en comparación a diez años atrás, y es también más libre y más exigente. Es una sociedad de individuos a la conquista de todos los espacios de la vida cotidiana, para adaptarlos a sus propias preferencias y apropiárselos, respetando que los demás hagan lo mismo de forma distinta. Los catalanes valoran más el tiempo libre que el trabajo, son más abiertos ante la pluralidad de modelos familiares. En la última década, los catalanes también han rebajado su nivel de confianza en los gobiernos y los partidos políticos, un hecho que ha ido en paralelo a un proceso de reinterpretación de los valores en función de sus necesidades personales.
Pero también resulta ser una sociedad no exenta de problemas, como la proliferación de grupos que han entendido mal el individualismo desde el egocentrismo hedonista, el presentismo y la irresponsabilidad.
Esta evolución es seguramente en muchos aspectos similar a la de otras regiones de España y europeas, pero característico para Cataluña es que está en pleno proceso de autoafirmación identitaria como pueblo, con una evolución del autonomismo hacía el indepentismo. La opción independentista se ha triplicado en diez años y se ha reducido a la mitad la opción autonomista entre los catalanes.
Los resultados del estudio nos dicen cómo están las cosas. Pero cabe preguntarse ¿Y todo esto es bueno o es malo? O, diciéndolo de manera más “blanda”, ¿mejor o peor?
Dejando la política aparte (autonomismo, independentismo), ¿Porqué se valora ahora más el tiempo libre que antes? En una época en la que parece que se hacen esfuerzos para que el trabajo sea menos latoso que antes. Que se mide la excelencia a partir de la satisfacción del cliente y al mismo tiempo de la satisfacción del personal de la empresa u organización. ¿Es que mucha gente está trabajando en algo que no le gusta? ¿O es que se han desarrollado tanto las posibilidades de ocio y distracción, o el marketing del ocio, que el trabajo interesa menos? ¿O que no se encuentra un trabajo que se corresponde a las aspiraciones o a la formación del individuo? ¿Qué no se aprovechan correctamente las potencialidades de las personas?
¿O será porque algo falla en la educación? Que se educa menos en la disciplina. Se suprimió el servicio militar obligatorio, pero ¿se ha sustituido por algo mejor que fomente la autodisciplina? ¿Cuál es la salud de los movimientos o agrupaciones juveniles (boy scouts, etc.) que fomentan el altruismo, la actitud de servicio, el trabajo en equipo, la solución de problemas en comunidad, etc.? Se fomenta el deporte en equipo, pero ¿con qué finalidad? Los profesionales del deporte a menudo no dan ejemplo de deportividad, de “fair play”. No es cuestión de “dureza”. Un deporte puede ser duro, pero a veces da la impresión que en el rugby hay más fair play que en el fútbol.
Sobre las conclusiones del estudio dice Josep María Lozano en su blog que “la familia continua siendo un valor central pero padece profundos cambios: se desinstitucionaliza, pluraliza sus formas, democratiza sus relaciones y sus roles, pierde su carácter indisoluble y debilita sus relaciones de solidaridad intergeneracional. Que tenemos una ‘familia plástica’”. ¿Es esta una evolución buena? ¿El aumento de los divorcios no es consecuencia de una falta del sentido del compromiso y de la responsabilidad? ¿Las palabras “Si, quiero” y la fidelidad “en lo bueno y en lo malo” son solo palabras? Está demostrado que esta evolución no es favorable para la educación de los hijos, de los que decimos que son el futuro…
¿En qué medida tienen culpa los medios de comunicación, y en particular la televisión en la progresión del hedonismo, del egocentrismo y hasta de la vulgaridad? ¿Se van perdiendo los valores espirituales? Se condenan los “pecados” de religiosos, que son seres humanos como los demás, pero ¿no se está usando como argumento para levantar una cortina de humo ante los propios “pecados”? El ateísmo se disfraza y se esconde a menudo en el laicismo para atacar a las confesiones religiosas. Movimientos laicistas que en lugar de ser neutros son intolerantes y muestran odio a los que no lo son, y en ocasiones rozan el radicalismo laicista, que pretende que las manifestaciones religiosas se limiten a los templos y los hogares. Se predica la libertad de expresión, que a veces se usa para herir o para faltar al respecto, porque no hay una ley escrita de la ética que lo prohíba. Salvo la Biblia que dice positivamente que hay que amar al prójimo. Se olvida que los derechos son también deberes. No es malo recordarlo en el 3 de mayo, Día de la Libertad de Prensa.
¿Estamos evolucionando hacía la decadencia, como ha ocurrido también en épocas pasadas con civilizaciones opulentas? Para evitarlo son necesarias iniciativas que despierten a la sociedad, como las de NSF, por ejemplo.