Neurocientífica en Oxford, Susan Greenfield es una de las escasas mujeres que han llegado muy lejos en la ciencia. Es Baronesa en la Cámara de los Lores y está condecorada con la medalla de honor de la Legión Francesa. Greenfield ha ayudado con su profundo conocimiento de la psicología humana a desarrollar estrategias de futuro a muchas empresas.
Esta especialista del cerebro opina que se está produciendo un cambio de mentalidad debido a las nuevas tecnologías. Internet y la nueva cultura social online están modificando nuestras conductas y nuestros patrones mentales. La científica dice «ahora hay chicos que asisten a clases de comunicación porque no están acostumbrados al diálogo interpersonal y solo saben manejarse con una pantalla delante. Las personas se están convirtiendo en asexuadas».
Estamos entrando en un nuevo mundo y, en su opinión, la gente comete un gran error al mirar al futuro, porque creen que las nuevas tecnologías que están marcando ese futuro serán como la nevera o la televisión, y no van a afectar sus vidas más allá de hacerlas más cómodas. Craso error. Susan Greenfield señala que estas novedades son mucho más invasivas y expansivas de lo que suponemos, de tal manera que afectarán a la manera de pensar, sentir y actuar. Ya lo están haciendo de hecho. Y, como especialista en el cerebro que es, es consciente de cuán permeable es nuestro cerebro a lo que sucede alrededor y le preocupa enormemente ver cómo en la política o en las escuelas se toman decisiones sin pararse a reflexionar sobre los efectos que ya están teniendo esos cambios tecnológicos en los seres humanos.
Como ejemplo dice que solo hay que mirar a los niños que manejan un ordenador desde edades muy tempranas. Se acostumbran a una pantalla que los estimula constantemente, y luego en el aula no saben estarse quietos y concentrarse… porque no tienen ninguna experiencia ni práctica en eso. Hay multitud de diagnósticos de desórdenes de atención. Sin embargo, la mayor parte de los adultos aprendimos a concentrarnos cuando nuestros padres nos leían cuentos para entretenernos.
Si eso se reemplaza por televisión y ordenador, es totalmente irresponsable, señala, que no se estudie el efecto que está teniendo en los chicos antes de diagnosticarles cualquier cosa, o incluso antes de diseñar las políticas educativas.
Estos chicos no distinguen entre información y conocimiento. Ellos tienen información que se les tira de sopetón a la cara, y que no saben cómo clasificar. Lo que hay que hacer de manera urgente, señala la Neurocientífica Baronesa, es trabajar con educadores, psicólogos y técnicos informáticos para ver cómo pueden estos chicos reproducir el marco conceptual que nuestras generaciones sacamos de los libros para relacionar una cosa con otra. Y hasta que se logre, concluye, seguir insistiendo en los libros.