Una instantánea del Informe sobre Desarrollo Humano PNUD 2023-2024
“Podemos hacerlo mejor. Mejor que el cambio climático galopante y las pandemias. Mejor que una oleada de transferencias inconstitucionales de poder en medio de una marea creciente y globalizadora de populismo. Mejor que las violaciones en cascada de los derechos humanos y las masacres descaradas de personas en sus hogares y lugares de reunión social y en hospitales, escuelas y refugios. Debemos hacer algo mejor que un mundo siempre al borde del abismo, un castillo de naipes socio-ecológico. Nos lo debemos a nosotros mismos, a los demás, a nuestros hijos y a sus hijos”.
Con estas severas afirmaciones comienza el Informe sobre Desarrollo Humano 2023-2024 que acaba de publicar el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Informe que esconde realidades muy preocupantes, y en el que se pregunta fundamentalmente por qué estamos tan atascados y no se hacen realidad aspiraciones legítimas globales como las siguientes:
- La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París sobre el cambio climático
- La Paz o el Alto el fuego como esperanzador preludio en tremendos conflictos vigentes
- La Gobernanza digital tan retrasada mientras se avanza febrilmente tras los datos con la IA
Estas preguntas motivan y sustentan el actual informe, porque nos encontramos en verdaderos “atolladeros geopolíticos”, producidos por diferentes dinámicas de poder entre los Estados y por miradas nacionales impulsadas por la desigualdad, la inseguridad y la polarización. Son los temas recurrentes en el presente informe y en otros Informes sobre Desarrollo Humano recientes. Hay que recordar, sin embargo, que -en graves momentos durante la Guerra Fría- la cooperación mundial se produjo para cuestiones tan importantes como la erradicación de la viruela, la protección de la capa de ozono, y la no proliferación nuclear. Incluso en tiempos muy recientes la comunidad internacional ha continuado la cooperación mediante acuerdos como el de los cereales con Ucrania, antes de la suspensión en 2023, que evitó una inseguridad alimentaria generalizada, mediante investigaciones como las vacunas contra la COVID-19 que salvaron millones de vidas, o mediante la inversión mundial en energía limpia para nuestro planeta. En consecuencia, por muchos desafíos que existan en la actualidad, la geopolítica no es excusa para seguir bloqueados. Hay que reinventar la acción colectiva para abordar la creciente desigualdad y los desafíos globales, destaca el informe.
Adentrándonos en los gráficos y los datos vemos que el valor del Índice de Desarrollo Humano (IDH) mundial había descendido por primera vez en la historia en los años 2020 y 2021, recuperándose en 2023 y alcanzando en ese momento un máximo histórico. Si bien la recuperación se ha producido de una manera parcial y muy desigual. Mientras que en los países de la OCDE la recuperación ha alcanzado el 100%, en los países menos adelantados la recuperación no pasa del 49%. Esta recuperación de 2023 no parece indicar una trayectoria ascendente y se prevé un cambio en la proyección del IDH 2023 que se dibujaría por debajo de la tendencia anterior a 2019.
Tras 20 años de progreso constante, 1999-2019, en los que el valor del IDH estaba camino de cruzar el umbral del índice muy alto (0,800) para 2030 -coincidiendo con la fecha límite para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)-, ahora se prevé que todas las regiones caigan por debajo de su trayectoria anterior a 2019. Cabe mencionar que, a solo seis años de la fecha marcada para lograr la Agenda 2030, el mundo está más lejos de alcanzar los ODS que hace cuatro años, y estamos retrocediendo en objetivos clave como la acción climática, la protección de la naturaleza, la seguridad alimentaria, la pobreza, o la igualdad de género. Y la desigualdad entre los países situados en los extremos superior e inferior del IDH ha invertido su tendencia, aumentando cada año desde 2020.
Sin embargo, hay algún dato esperanzador. En los últimos 10 años, los países con mayor IDH han mejorado su desarrollo humano sin aumentar la presión al planeta. Esta desvinculación representa un cambio significativo respecto a años anteriores en los que ambos aumentaban juntos, y a su vez ofrece una fuerte evidencia de que el aumento del desarrollo humano no tiene por qué ser a expensas del medio ambiente.
La inseguridad y las desigualdades tienen mucho que ver con la creciente polarización y desconfianza mundial. ¿Existe una paradoja de la democracia? Destaca un apoyo inquebrantable a la democracia, pero también un apoyo creciente a los líderes que la socavan. Y las políticas y las instituciones -incluidas las que han gestionado mal la dinámica del mercado globalizado- prefieren el “yo” al “nosotros”.
Pero para salir del estancamiento y promover la acción colectiva, el IDH hace un llamamiento:
- Incrementar la capacidad de actuar: el desarrollo debe centrarse en aumentar la capacidad de las personas para tomar decisiones y determinar su propio futuro.
- Reducir la polarización: superar la polarización política, el populismo y la desconfianza son clave para abordar la desigualdad y otros obstáculos para el desarrollo humano.
- Bienes públicos globales: financiar y construir una arquitectura del siglo XXI que complemente la cooperación internacional basada en la asistencia humanitaria y la ayuda a los países de bajos ingresos para el desarrollo.
En primer lugar, debemos construir una arquitectura del siglo XXI para los bienes públicos mundiales que funcionaría como una tercera vía de la cooperación internacional, complementando la asistencia para el desarrollo centrada en los países más pobres y la ayuda humanitaria centrada en las emergencias. En segundo lugar, debemos bajar la temperatura y hacer retroceder la polarización, que envenena todo lo que toca e impide la cooperación internacional. Corregir las percepciones erróneas sobre las preferencias y motivaciones de los demás ayudará a conseguirlo. En tercer lugar, tenemos que reducir las brechas de la capacidad de actuación, entre lo que las sociedades creen posible o probable y lo que es objetivamente posible. Para ayudar a reducirlas, las instituciones deben centrarse más en las personas, ser más de propiedad común y estar más orientadas al futuro. Centrarse en las personas significa definir los objetivos últimos en términos de desarrollo humano y seguridad humana, reconociendo la interdependencia de las personas y el planeta.