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«Razón portería»

Este será el nombre de una recopilación de ensayos breves que quiere publicar el año próximo el filósofo JAVIER GOMÁ, según refleja en una entrevista realizada hoy por EL MUNDO. Este licenciado en Filología Clásica, Derecho y Filosofía, Letrado del Consejo de Estado y Premio Nacional de Ensayo cree que un filósofo es aquel que sabe dar razones a la gente que va por la calle.
 
 
Y, para eso, qué mejor comparación que la del conserje de un edificio que da «razón» de las características de la casa que uno va buscando según camina por la calle. Gomá imagina una casa con un cartel explicando: «aquí se vive, se crece, se sufre, se celebra, se desespera, se envejece, se enferma y se muere. Razón: Portería». Todos iríamos al portero a conocer la razón por la que nos suceden cosas tan extrañas. Y, si además, el portero tuviera una llave de la casa, a todos nos parecería fabuloso poder visitarla. Pero Javier Gomá cree que el filósofo de hoy es un portero sin llave. O que, teniéndola, no abre porque está hecha de conceptos de otra época. Por eso sugiere hacer una filosofía mundana.
 
La filosofía tiene una misión histórica que es la de proponer ideales. La filosofía permite que tu vida tenga mayor intensidad y conciencia. Sin embargo, la cultura contemporánea conspira para que la filosofía no cumpla su misión. Vivimos en una sociedad del «post»: postideológica, postconsumista, postmoderna… y vemos con desconfianza cualquier propuesta constructiva. La filosofía se ha convertido en algo que no explora la vida. Por un lado es Historia de la Filosofía y por otro describe cómo somos: sociedad globalizada, líquida o en red… pero algo que no moviliza. La filosofía ha pretendido ser científica sin posibilidad de poder ser experimentada. Y para ser mundana debe recuperar su persuasión histórica.
 
Un buen filósofo es el que te hace una propuesta de sentido dentro de un gran relato. Y si los filósofos no ofrecen respuestas de sentido, ideales potentes y movilizadores, ese espacio lo ocuparán gurús que nos pueden llevar a una desesperación inconcebible.
 
Vivir es reconciliarte con la imperfección: la nuestra como individuos y la del mundo. Ser ciudadano es también reconciliarse con la imperfección de las instituciones políticas. Y añade que no le parece conveniente proyectar sobre éstas un perfeccionamiento que no nos pueden dar. No se puede pretender que sean las instituciones las que nos doten de sentido, o que resuelvan problemas que hoy deben permanecer en el corazón. Dicho ésto, también le da miedo el puritanismo de un Cromwell o un Robespierre, quien en nombre de un ideal de democracia perfecta propició ejecuciones en masa.
 
Lo que nos quedan son los movimientos sociales, que en este país están siendo muy cívicos. Porque, como dice Gomá, que las personas engañadas por los bancos no incendien la sede central de los mismos indica hasta qué punto se ha interiorizado que a un Estado de Derecho le es inherente la solución pacífica de conflictos. Y remarca: es admirable porque representa un gran progreso moral.
 
Concluye Gomá dando su visión particular sobre esta crisis y señala que es la refutación de una forma de vida vulgar y hortera. Pasado cierto límite, opina, la obsesión por el dinero es hortera… Y genera problemas muy horteras.
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