Propuestas en el ámbito económico-institucional (I)
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Revisión de las instituciones internacionales. Hacia un liderazgo político ejemplarizante. Las instituciones internacionales se quiebran frente al fracaso de su misión: los Objetivos del Milenio no van a llegar a cumplirse, poco han podido hacer para prever la crisis y las soluciones puestas en marcha, como la salvación de las entidades financieras, entran en contradicción con los modelos vigentes, la no intervención. Aunque en los últimos meses parece que los líderes políticos están concienciándose de su necesidad, la ciudadanía cada vez desconfía más de ellos y se observa una falta de liderazgo que ilusione a la comunidad internacional.
¿Qué está fallando en las instituciones internacionales para semejante derrumbe? El sociólogo francés Alain Touraine afirma que, la sociedad se estudiaba hace doscientos años en términos políticos, pero ahora resulta imposible. Según él, la revolución industrial y el capitalismo desplazaron al poder político y se constituyeron en la base de la organización social[1]. “Vivimos el proceso de globalización con una separación casi completa de la economía y del resto de la vida social… lo social era definido como una serie de instituciones que transforman recursos económicos en una manera de vivir, formas de educación… Esa separación total produce una destrucción aparente de las instituciones, no sólo de la escuela o la familia, sino también del Estado, de la democracia o de la ciudad”.
La Globalización es observada por este autor, del mismo modo que por muchos otros, como una forma extrema de capitalismo que separa la economía de las instituciones sociales y políticas, una realidad que genera la fragmentación de la sociedad y el triunfo del individualismo.
Estamos en un “imperio del dinero” que menoscaba el poder de las instituciones que representan la autoridad del pacto social de la ciudadanía: véase como ejemplo el Grupo Bilderberg[2] o la llamada Conspiración del Filet Mignon[3].
Necesidad de un liderazgo auténtico, ejemplarizante, basado en la excelencia moral que comienza por uno mismo. ¿Qué podemos decir de la propia Unión Europea? La crisis está poniendo en entredicho la solidez de la unión política, e incluso la supervivencia de nuestra moneda común. Su construcción (no digamos ya su culminación) está siendo lenta, hay dificultades para mirar “hacia arriba”, ejemplificado en votaciones donde se priman más los intereses de cada estado que de la propia Unión. Estados poderosos, con otros modelos de desarrollo (China, Brasil, India,…) están logrando mayores cotas de intervención a nivel global, arrastrando a la vieja a Europa en ocasiones, a niveles de mera observadora de los acontecimientos. Esta situación está repercutiendo también en la mejor de las herencias que el sueño europeo debía hacer llegar al resto del mundo: el Estado de Bienestar. Esta es la advertencia que ha hecho el “Grupo de sabios” de la Unión Europea en su último informe[4].
En definitiva la realidad nos urge a promover la puesta en marcha de reformas profundas tanto en nuestra propia Unión Europea como en el sistema de Naciones Unidas, que efectivamente se convierta en el gobierno global y democrático que la sociedad mundial está demandando. Hay que recomponer de nuevo este modelo de gobernanza mundial, mejorándolo, volviendo a dotarlo de legitimidad, una legitimidad que pasa por constituirse en ejemplo de liderazgo y excelencia ética, limpio de intereses particulares o al servicio de unos pocos.
Pues como explica Josep María Lozano: “El reto de la gobernanza se sitúa en el aviso de que debe evitarse que la lógica mercantil se amplíe a todos los ámbitos y colonice la manera de solucionar los problemas sociales”[5] Asimismo, este nuevo sistema mundial, tiene que ser completado y equilibrado por las instituciones estatales y locales.
Urgencia de personas que guíen el cambio.
Sólo desde un liderazgo político ejemplarizante, se puede volver a ilusionar a la ciudadanía global y en especial a las nuevas generaciones.
Llevar a cabo las reformas necesarias, pero esta vez apostando por ello de verdad, es el único camino para que las personas jóvenes participen y continúen con el testigo de este nuevo modelo. Sin predicar con el ejemplo, sin un liderazgo claro e ilusionantelas próximas generaciones no podrán sino perpetuar los contravalores de la corrupción y el negocio a corto plazo.
En este sentido se tiene que retomar el concepto del político como una auténtica profesión de servicio. Como bien apunta Adela Cortina[6], desde Max Weber, al concepto de profesión se le han atribuido, entre otras, las siguientes características:
Una profesión es una actividad que presta un servicio específico a la sociedad de una forma institucionalizada que debe ser indispensable para la producción y reproducción de la vida humana digna.
Toda profesión lleva implícito el concepto de vocación, lo cual si bien no significa que una persona deba estar llamada a ella desde la infancia si debe contar con unas aptitudes determinadas para su ejercicio y con un peculiar interés por la meta que esa actividad concreta persigue. Por tanto cualquier profesional al ingresar en su profesión se compromete a perseguir las metas de esa actividad social, sean cuales fueren sus móviles privados para incorporarse a ella.
En este sentido cuando los motivos personales desplazan a la actividad interna de una profesión, como bien pudiera ser la política, cuando los bienes externos como son el poder y el dinero desplazan la meta última de la misma, la profesión se corrompe perdiendo su auténtico sentido y su legitimidad social.
Por ello se hace más que nunca necesaria la creación de escuelas de políticos, que recuperen la enseñanza ética, al estilo de la antigua Grecia, favoreciendo una reflexión sobre el papel de los representantes públicos. Hay que favorecer la aplicación de la ética de las profesiones[7] a estas figuras, recordando cuáles son sus fines legítimos y qué hábitos es preciso desarrollar para alcanzarlos. Se debe redibujar la profesión política más allá de la capacidad de gestión, incluyendo en su formación el desarrollo de aquellas virtudes cardinales, que por haber soportado el paso de más de dos mil años, no dejan de ser menos necesarias en las personas que están llamadas a marcar el curso del futuro.
Superación de la economía de casino.
Aunque la metáfora de la liquidez de Bauman, que hemos visto, refleja muy bien el devenir de los valores y la ética en este tiempo que nos ha tocado vivir, Daniel Innerarity, nos propone el concepto de un mundo gaseoso en lo que a términos económicos se refiere.
“Más que un mundo líquido, el proceso de globalización ha conducido a un “mundo gaseoso”. Esta metáfora responde mejor a la realidad de los actuales mercados financieros y al mundo de los medios que se caracterizan, como los volúmenes que se contraen y se expanden del estado gaseoso, por ciclos de expansión y contracción, de expansión y recesión, que no tienen un volumen constante. Lo gaseoso responde mejor a los intercambios inmateriales, vaporosos y volátiles, muy alejados de las realidades sólidas que caracterizaban eso que nostálgicamente denominamos economía real, pero también más complejos que el discurrir de los flujos líquidos”.[8]
Y he aquí el gran problema político de controlar lo inestable. La situación de crisis que ha venido favorecida por esta realidad “gaseosa” va a seguir perpetuándose los próximos años. Sin haber salido de ésta, ya estamos preparando las próximas recesiones. Esto se debe a que el mundo financiero no ha cambiado. Éste, no lo olvidemos, sobre el que se basa esta situación de inestabilidad, no ha puesto en marcha (ni las instituciones le han obligado) ninguna medida real para su radical transformación y corrección.
El actual sistema financiero se aleja cada vez más de la economía real y de las necesidades de la sociedad del siglo XXI, nuevamente se convierte en una máquina que busca el beneficio puro. Se parece más al juego de casino, guiado por la búsqueda del beneficio inmediato y los “golpes de suerte”. Varias voces reclaman ya a los líderes políticos la responsabilidad, más allá del establecimiento de un sistema de regulación del sistema bancario, la consecución de una economía al servicio de los valores, un sistema que ayude a resolver los acuciantes problemas sociales y medioambientales que afronta el planeta.
Hay que volver a “enganchar” el sistema financiero a la economía real,especialmente en aquellas áreas que solucionan
problemas sociales y medioambientales.
[1] TOURAINE, A. “Un nuevo paradigma para comprender el mundo hoy”, 2005.
[4] La creación del Grupo de Reflexión fue una iniciativa del Consejo Europeo de diciembre de 2007, cuando era presidido por Nicolás Sarkozy. Junto al presidente González, hay dos vicepresidentes: Vaira Vike – Freiberga, ex presidenta de Letonia, y Jorma Oilla, ex president ejecutivo de Nokia. Completan el grupo otras nueve personalidades, entre ellos, Lech Walesa, Histórico líder sindical anticomunista polaco, o el italiano Mario Monti, ex comisario de Competencia.
[5]Josep Mª Lozano es Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación, Fundador del Instituto Persona, Empresa y Sociedad, profesor de Ciencias Sociales de ESADE, investigador sénior en RSE del Instituto de Innovación Social y miembro del equipo académico de la Cátedra de Liderazgos y Gobernanza Democrática.
[6] CORTINA, A. “La ética de las profesiones”. El País – Opinión. 1998
[7] La ética de las profesiones es una de las ramas más analizadas desde la Fundación Etnor.
[8] INNERARITY, D. “Un mundo gaseoso”, El Correo 10/05/2010.