La revista TintaLibre, en su número de agosto, ha publicado un artículo muy interesante acerca de la llamada «economía colaborativa» que está firmado por Joaquín Estefanía -periodista, ensayista y gran especialista en política económica- .
Hacemos un inciso para definir la «economía colaborativa» diciendo que es un modelo donde coexisten acciones de distinto tipo, con la característica común de que sus iniciativas están basadas en las tecnologías de la información y comunicación, que permiten la creación de redes sociales y portales, donde se pueden realizar interacciones entre individuos de forma masiva. http://economistasfrentealacrisis.com/que-es-la-economia-colaborativa/ Hace justo 3 años escribimos un post en este blog sobre la nueva tendencia de colaboración económica sobre la que hoy volvemos a reflexionar https://www.noviasalcedo.es/nueva-tendencia-economica-el-consumo/
Y volviendo al artículo de Estefanía, que hace balance de los 10 años del inicio de la crisis, destacamos su opinión de que, además de las consecuencias económicas y políticas ya conocidas de esta crisis, tenemos que añadir las consecuencias de la gigantesca revolución tecnológica y robótica vivida en esta década. Que ha supuesto (entre otras cosas) la aparición de plataformas mundiales que no crean nada y solo median, una especie de factorías del siglo XXI que forman parte de lo que se denomina de manera imprecisa «economía colaborativa».
El periodista afirma que estas Uber, Cabify, Airbnb, BlaBlacar, Wallapop, Deliveroo… están intensamente presentes en nuestras sociedades modificando parte de sus estructuras productivas y ganando la batalla del lenguaje, induciendo a creer que se basan en el concepto de «compartir» frente a las empresas existentes en sus respectivos sectores. Estas plataformas se presentan a sí mismas como oponentes a los viejos oligopolios, al proteccionismo y a las sociedades cerradas. Sin embargo, no explican que detrás de sus acciones están en juego enormes beneficios que podrían convertirlas en nuevos monopolios u oligopolios.
El debate está abierto y se podría simplificar en dos posturas sobre este capitalismo de plataformas (platform capitalism) que están desarrollando intelectuales como Jeremy Rifkin con sus teorías del coste marginal cero, o Luc Ferry con su revolución transhumanista. El primero defiende que la extensión de estas plataformas de la «economía colaborativa» dará lugar a una nueva etapa histórica que ya no será el capitalismo y que estará al margen del mercado y del Estado. El segundo, por el contrario, opina que se avecina una nueva oleada de desregulación y mercantilización de bienes privados, lo que nos hará entrar en otra era de un capitalismo más salvaje y competitivo que nunca.
Recordando la tesis más conocida del economista austriaco Schumpeter: la lógica del capitalismo está vinculada al concepto de «destrucción creativa». Una innovación tecnológica permite incrementar la productividad y ofrecer a los ciudadanos nuevos servicios y productos que destruyen empresas y puestos de trabajo, pero estos empleos y empresas son sustituidos por otros generados por la innovación… Llevado a lo que nos ocupa, lo que empieza a denominarse la «uberización del trabajo» conlleva rebajas de los estándares de calidad de vida que han formado parte del modelo social europeo tras la Segunda Guerra Mundial. Una sustitución continua del trabajo asalariado por el trabajo autónomo, una profundización en las sociedades low cost en las que el trabajador, si quiere ser competitivo, ha de trabajar sin pausas o en cualquier momento del día o de la noche, etc…
Otro economista, Charles-Antoine Shwerer, concluye que la inmensa ventaja de la producción en manos de particulares es la ausencia de normas y de obligaciones sociales. No hay horarios, ni cargas sociales… «La economía mercantil del compartir es un nuevo grado de capitalismo».
El Parlamento Europeo, por su parte, ha debatido sobre la «economía colaborativa» llegando demandar medidas comunes en los 27 países de la Unión Europea. Para evitar abusos y garantizar que las normas laborales, fiscales y de protección al consumidor se apliquen también a fenómenos como Uber, Airbnb o Deliveroo. Esto es, desarrollar la economía colaborativa pero, simultáneamente, que las empresas que la conforman paguen impuestos, coticen por los trabajadores y los remuneren siguiendo las pautas de un trabajo decente. Esperemos que así se cumpla.