A finales del pasado mes de noviembre de 2020 tuve oportunidad de participar en III Congreso Internacional de Empleo organizado por el Gobierno Vasco. Y lo hice en la mesa moderada por la catedrática , y amiga Sara de la Rica quien nos retó a responder a la pregunta ¿Cuáles son las competencias que reclaman los empleos actuales y futuros?
Ante las enormes incertidumbres del entorno que vivimos, dimos muchas vueltas a qué poder aportar -con método científico y riguroso- a un debate tan importante que condiciona no sólo la vida de nuestras personas jóvenes sino la de todos. Así que encargué a nuestro equipo de investigación de la Fundación Novia Salcedo que se pusiera manos a la obra a realizar búsquedas en entradas publicadas en revistas científicas de todo el mundo. El resultado fue un análisis de las 50 principales entradas sobre “competencias” publicadas que trataban de analizar la evolución del entrenamiento de la juventud en Europa occidental para el período 2000-2020. Este trabajo lo realizó personalmente el catedrático emérito Sabino Ayestaran[1] de la EHU/UPV quien llevaba dirigiendo los trabajos de la Fundación desde la etapa de Icaro Think Tank relacionados con la cultura de innovación.
La conclusión es que “el nuevo modelo europeo de educación superior quiere producir personas con conocimiento y capacidad para asumir la responsabilidad de su propio destino y, al mismo tiempo, ser capaces de cooperar en la búsqueda de soluciones creativas a los problemas que nacen en el trabajo en equipo”. Puede resultar una obviedad, pero el reto es ese, y es difícil de implementar.
Significa que nuestros y nuestras jóvenes deben ser educados en universidades competitivas y/o en las propias empresas, en donde puedan continuar aprendiendo y reaccionando de manera flexible ante los cambios estructurales y ante las demandas del mercado de trabajo.
No basta sólo con asegurar la calidad de sus conocimientos técnicos, sino que las personas jóvenes que se están formando en el sistema educativo necesitan adquirir y entrenar competencias de innovación. Y eso implica también un reconocimiento explícito del derecho y la obligación de las empresas a formar a sus empleados. Las universidades y centros formativos pueden proporcionar la formación científica y tecnológica básica, pero la adaptación del empleado al trabajo específico y a las competencias requeridas, podrían y deberían facilitarla las propias compañías, antes de una incorporación definitiva. Sigue siendo válido el Learning by doing, aprender las competencias ejerciéndolas.
Estas son las competencias que, según los estudiosos de todo el mundo, demanda el nuevo paradigma del empleo: capacidad para innovar, es decir, capacidad de ser creativo; capacidad de cooperar con diferentes; y dominio de la tecnología (recoger, tratar y transmitir información) y su aplicación.
La capacidad de cooperar es uno de los grandes aprendizajes que hay que incorporar en el siglo XXI, una competencia básica que hay que abordar desde la psicología humana y la psicología social. Aún existen demasiados educadores y profesionales que piensan que la competición, la competitividad y la cooperación son polos opuestos de una misma variable: la competitividad es mala y la cooperación es buena. Nada más lejos de la realidad y de lo que sabemos hoy día desde la psicología social: si no sabes competir, te acostumbras a vivir a costa de otros y tu rendimiento baja. El secreto está en orientar la comparación social y la consiguiente competición hacia los valores de la interioridad. Es necesario que las personas trabajadoras aporten al equipo un trabajo bien hecho y una alta valoración del trabajo de los demás, ya que competimos motivados sobre todo por el reconocimiento social. Los nuevos profesionales deben ser capaces de pasar de un liderazgo vertical a un liderazgo compartido y a una gestión de las organizaciones por equipos.
Las empresas y organizaciones europeas más innovadoras en las próximas décadas serán las que logren desarrollar personas profesionales con las mayores cualidades en aplicación de la tecnología, en capacidad de competir a través de la cooperación con otras personas diferentes y en capacidad de cuestionarse e innovar en los procesos y servicios. Este es el camino para que la sociedad europea aproveche el recurso más valioso que tiene y que supone su principal ventaja competitiva: una juventud altamente formada y concienciada con los retos del planeta.
Pero nada de todo ello podremos hacerlo si no contamos con personas coordinadoras en los equipos, personas con vocación de desarrollar a otras personas, de ayudarle a poder descubrir su mejor potencial y que el equipo lo reconozca, sólo así se va creciendo y cogiendo autoestima profesional. Esas personas que coordinan equipos tienen que estar suficientemente equilibradas como para mantener a raya la necesidad de reconocimiento personal, el deseo de dominación, el de egocentrismo, se necesita cooperar y cooperar exige estar atento a los demás, estar al servicio del desarrollo del equipo y por lo tanto de otras personas.
En NSF vamos a seguir trabajando en todos estos elementos que aquí citamos y lo haremos con las empresas y trabajando en equipo. Más que nunca insistiremos en el camino que nos ha enseñado Sabino Ayestaran. Para ello , contamos con su legado intelectual y personal, el método que nos ha mostrado, su rigor científico, sus ganas de contribución a una auténtica Revolución humana, a una transformación cultural que ponga de verdad a las personas en el centro.
Descansa en paz nuestro querido Profesor Sabino Ayestaran.
[1] Sabino Ayestarán falleció el día 27 de diciembre de 2020. Tuvo tiempo de revisar este texto para su publicación. Estaba muy contento de haber llegado a tiempo a la lectura de todos los artículos. Le pasé este artículo y me dijo “aquí está la síntesis de todo, pero falta una cosa : sin personas con buenas capacidades de coordinación de equipos , no hay nada que hacer”.
Begoña Etxebarria, Directora de Novia Salcedo Fundación
5 de Enero de 2021