El último Análisis del «Real Instituto Elcano» (ARI) realizado por Carmen González Enriquez, investigadora principal de Demografía, Población y Migraciones Internacionales del mencionado «Think Tank» español, trata de los efectos que pueden tener los cambios políticos en los países árabes sobre los movimientos migratorios en esa zona y, desde ella, hacia otras partes del mundo, especialmente Europa.
El grupo de países árabes que están sufriendo las revueltas políticas tienen diferentes consideraciones respecto a la inmigración. Entre estos países destacamos varios grupos: los que más inmigración reciben en el mundo respecto a su población total, como Qatar, Kuwait y los Emiratos Árabes; los mayores emisores de migrantes como Marruecos; algunos que son países de recepción de migrantes y a la vez de emigrantes de paso hacia Europa, como Libia; y, finalmente, el país de mayor población, Egipto, que destina la mayor parte de su migración a otros países árabes como la propia Libia y las monarquías petroleras del Golfo Pérsico. En este artículo vamos a centrarnos en lo que la inmigración atañe a nuestro país y a los de nuestro entorno europeo.
Durante los años 90 y 2000, varios de los países del Norte de África se convirtieron en territorio de paso de la inmigración subsahariana irregular hacia Europa. Después de atravesar fronteras no vigiladas en zonas desérticas, los migrantes llegaban a ciudades españolas como Ceuta y Melilla que se vieron obligadas a construir una valla fronteriza para frenar la migración. La vía marítima del Estrecho, menos controlada que la aérea, se convirtió en la principal vía de entrada en una época en la que resultaba imposible la devolución de migrantes, debido a la ausencia de acuerdos de readmisión con los países de origen y de paso, o por el incumplimiento de estos acuerdos. Estas llegadas masivas de inmigrantes irregulares hacia España y más tarde hacia Italia, preocupan al resto de los gobiernos europeos que presionan a los países del sur para frenar estos desembarcos.
Fruto de la puesta en marcha de los acuerdos España-Marruecos, los inmigrantes subsaharianos se desplazaron hacia el este (Libia) y hacia el sur (Mauritania y luego Senegal), provocando un aumento considerable de las llegadas a Italia desde Libia, y a las Islas Canarias en sustitución del sur de la península ibérica. Italia, por su parte, intenta desde 2003 la firma de un acuerdo de readmisión con Libia que, tras largas negociaciones durante años, se resuelve con la exigencia una compensación económica en forma de indemnización por los daños causados por Italia en su etapa colonial en Libia (1911-1943). Este acuerdo entró en vigor en 2009 y compromete a Italia a pagar 5.000 millones de dólares durante 25 años.
La estrategia de la UE de externalizar el control de los flujos irregulares a través de la cooperación de los países de paso, ha recibido numerosas críticas, ya que permite que Estados autoritarios -que no garantizan el respeto a los derechos humanos de los inmigrantes- se ocupen de su retención y expulsión. Un ejemplo de estas prácticas inaceptables fue la decisión de Marruecos de dejar abandonados en el desierto argelino, sin agua ni víveres, a varios centenares de inmigrantes subsaharianos expulsados tras el fracaso de su asalto a las vallas de Ceuta y Melilla en el año 2005.
Pero lo descrito más arriba es sólo una parte de lo sucedido hasta el momento. Y la pregunta que nos hacemos es, ¿qué puede ocurrir en adelante? Previsiblemente, los hechos básicos que motivan la migración o el deseo de emigrar no van a verse alterados de forma sustancial en los próximos años sea cual sea el resultado de la ola actual de protestas. Obviamente, esto no incluye a los refugiados de los conflictos bélicos que han de ser atendidos por los organismos internacionales competentes y por los países vecinos del sur de Europa. Pero, respecto a la otra migración, a la económica, tanto si finalmente se instalan democracias como si se mantienen dictaduras o, lo que es más probable, un híbrido de ambas, las realidades demográficas y económicas no variarán sustancialmente más que con el largo paso del tiempo.
Lo que sí puede cambiar de forma brusca es el marco institucional y político que regula esa migración. Los acuerdos que Italia y España han firmado con Marruecos, Libia y Túnez, puede que no se mantengan con otros regímenes políticos. Para España, el hecho de que ni Marruecos ni Argelia hayan vivido fuertes movimientos de protesta, por sus peculiaridades políticas, supone que nuestro país no se verá afectado directamente por movimientos migratorios o de refugiados de carácter extraordinario. Sin embargo, España debe seguir liderando iniciativas para estrechar los lazos europeos con la orilla sur del Mediterráneo, concluye el informe.