Un curioso artículo publicado en Foreign Policy relaciona los alimentos de los distintos países y culturas con una de las preguntas que la política internacional debe plantearse: ¿Qué debemos comer?
China o la reserva estratégica de cerdo China es una superpotencia porcina (1 animal por cada 3 chinos) que tiene una cantidad de esta carne mayor a la que disponen los 43 países siguientes en su conjunto. Cualquier incidencia en este mercado resiente su economía.
Costa de Marfil o cómo adueñarse del mercado de chocolate Costa de Marfil cultiva el 40% de la cosecha global de cacao, producto que tiene una demanda anticíclica (ha crecido un 3% anual en el último siglo) y cuya provisión mundial controla el inversor británico Anthony Ward con un 7% de la producción del planeta.
Líbano-Israel o las
guerras del humus Israel compite por alcanzar la marca de producir la mayor cantidad de esta popular pasta de garbanzos en una sola vez. Líbano, por su parte, acusa a Israel de apropiarse de un plato tradicional libanés, mientras que los productores de humus libaneses amenazan con denunciar a Israel por violar los derechos de propiedad intelectual.
Laos o la opción de comer insectos La Organización de Naciones Unidas para los Alimentos y la Agricultura (FAO) está pidiendo a los consumidores que contemplen esta opción, debido a que el incremento del consumo de carne en el mundo desarrollado está resultando una catástrofe medioambiental. La FAO está llevando a la práctica su teoría en Laos con la inversión en un proyecto de cría de insectos. En este país, las langostas y los grillos son ya exquisiteces populares. En 2013 está prevista una conferencia sobre el tema.
Noruega o la bóveda de semillas mundiales En el remoto archipiélago noruego de Svalbard se ha construído un búnker dentro de una montaña para pr
oteger la futura reserva mundial de alimentos en caso de catástrofe. La Bóveda de Semillas mundiales es un almacén construído a 142 metros bajo la superficie de la montaña que albergará 4,5 millones de muestras congeladas de semillas procedentes de 100 países.
Bolivia o la supercomida de los incas Bolivia produce la inmensa mayoría de las existencias mundiales de «quinoa», un cereal andino tan lleno de minerales, proteínas y aminoácidos que la FAO dice que puede sustituir a la leche materna, es el nuevo alimento de moda en supermercados y tiendas de alimentos orgánicos, aunque los incas ya lo consumían. El problema para los bolivianos es que exportan el 90
% de su cosecha y su consumo ha disminuído en los últimos años por no poder permitirse comprarla.
Egipto o el pollo como agente imperialista En las últimas revueltas de Egipto, el ex-presidente Mubarak acusaba a los manifestantes de comer pollo del Kentucky Fried Chicken para apoyar su teoría de la influencia subversiva extranjera. Sin embargo, el precio de este producto americano supone 3 días de salario de un egipcio, lo que significa que no pueden permitírselo muy frecuentemente.
Corea del Sur o la fiebre de la col dorada En Seúl existe un museo dedicado al «kimchi», el plato nacional de col fermentada. El incremento enorme del precio del kimchi desde finales el otoño de 2010, hizo que el gobierno surcoreano pusiera en marcha un programa de rescate por el que asumía un 30% del coste de una partida de emergencia comprada a los agricultores rurales.
Canadá o los productos derivados de la foca Los indígenas canadienses están autorizados a cazar un pequeño número de focas al año como lo han hecho siempre, pero la polémica surge cuando a los pescadores comerciales se les permite matar 280.000 focas al año. La carne de foca es una exquisitez en los restaurantes elegantes de Montreal, pese a ser una especie en peligro protegida por la comunidad internacional. La cuestión es si seguirá siéndolo ante el incremento de precios de los alimentos y el hambre mundial.
Siria o los refugiados sin alimentos pero sí con teléfonos móviles El Programa Mundial de Alimentos de la ONU (PMA) empezó en 2007 a experimentar la ayuda a través de los teléfonos móviles. En una iniciativa piloto para repartir alimentos a los refugiados iraquíes en Damasco, el PMA constató que a pesar de no tener suficiente comida, los 130.000 refugiados que recibían ayuda tenían teléfonos móviles. En África, el continente más pobre, hay más de 379 millones de usuarios de móviles, lo que hace que las posibilidades de crecimiento sean enormes.