Os compartimos la entrevista a Begoña Etxebarria realizada por Maite Martínez para elEconomista
De una tasa de desempleo del 12% en España, la cifra más que se duplica en el caso del paro juvenil, al 27,8%, y es la más alta entre los 27 de la Unión Europea. ¿Comparte Euskadi esta problemática?
España es líder mundial en desempleo juvenil desde hace 40 años y, por eso, trabajamos desde esta institución para ayudar a los jóvenes en esta transición hacia el primer empleo, ya que casi triplican la tasa de paro adulto.
Es un patrón que se da en todos los países del mundo y Euskadi no queda al margen. Datos recientes del INE y del Eustat reflejan que los ocupados entre 16 y 24 años en España y País Vasco no han alcanzado la tasa sobre activos de 2008 y en parados, el saldo tampoco es favorable. En Euskadi, además, la demografía sigue cayendo, con lo cuál la tasa de paro hay que leerla en volumen total de población ocupada.
¿Por qué hay tanto paro juvenil y las empresas, sin embargo, no encuentran los perfiles necesarios?
Estamos en un momento de gran confusión. Los datos son los indicados y, a la vez, hay una gran demanda de empleo por parte de las empresas, oferta que no se cubre. Son realidades contradictorias, pero los perfiles no casan con lo que pide la empresa.
En Fundación Novia Salcedo analizamos el reto en términos de ecosistema para encontrar una solución. A partir de la crisis financiera en 2008 hicimos una reflexión de expertos con el mundo empresarial, el académico y el de las políticas públicas, para encontrar el porqué de esta situación y consideramos que siempre el cambio empieza desde uno mismo, a nivel individual y organizacional.
¿Qué labor cumple la Fundación?
El reto del desempleo juvenil es un reto muy gordo para nosotros que somos 26 personas y un patronato. Novia Salcedo surge de una tasa de desempleo juvenil del 50% en los años 80 y de un movimiento ciudadano liderado por un sacerdote católico, para ayudar a los jóvenes que terminaban sus carreras y estaban abocados al desempleo.
Y hoy sucede lo mismo. Es un colectivo que, al no estar dentro del sistema, no está defendido por nadie, cuando alguien pertenece a un sistema hay agentes sociales que lo representan y defienden; un joven sale y está en tierra de nadie. Llevo muchos años aquí y he visto que los jóvenes nunca han importado nada, más que a sus familias y entorno.
¿Y dónde está la clave para ayudarles?
En el tejido empresarial y, en concreto, en las organizaciones e instituciones, porque las políticas activas de empleo y las políticas públicas pueden ayudar, pero si no les apoyamos desde entidades intermedias que conectan con capilaridad hacia esos jóvenes, mirando hacia dónde va el mundo y cómo pueden ubicarse en él no avanzamos. Y que ese tejido empresarial esté a favor de ir formando a jóvenes, que no esperen que salgan formados y adaptados a un puesto determinado.
Estamos construyendo un tejido que rodea a nuestra institución y nos ayuda en esa última milla de la transición del joven al mercado de trabajo para adaptarlo y para que sea mucho más visible el valor que aporta, porque junto a lo técnico hay también una crisis de valores que hace que estén desconectados, especialmente los jóvenes, de lo que es la empresa.
¿Qué falla en el sistema si un joven termina su formación y aún asi tiene que hacer esa transición al mundo profesional?
Queremos acortar los procesos y estamos en comunicación directa con el tejido educativo, con los centros, con las empresas, con el sistema público de empleo y educación.
Somos un actor pequeño, pero con una visión sistémica y en una población que envejece como la de Euskadi tenemos que correr aún mas. Los problemas están ahí, con un cambio de mentalidad y valores espectacular. Y aquí surge la necesidad de que el contrato laboral sea un contrato emocional, ya que los jóvenes no están conectando con lo que la empresa está exigiendo. Estamos en una etapa de individualismo, pero el progreso siempre es social.
El contrato emocional consiste en construir un proyecto con otros saliendo de ti mismo. ¿Qué significa eso? Tienes que tener confianza en el otro, sea empresa, institución o país, para darlo todo y entregarte sabiendo que también creces en ese proyecto, en esa ecuación.
¿Por qué la empresa y el empresario tienen ‘mala imagen’ en la generación de egresados actual?
No es verdad que los jóvenes tengan mala imagen de la empresa; en realidad, no conocen nada la empresa porque ninguna de las instituciones que ha acompañado a ese joven, hasta que llega con 22 años y su título, le ha hablado de lo que es una empresa y de que se nutren.
Hay que hacer una reflexión sobre este tema, porque me parece que en las instituciones es donde las personas crecemos, si están bien dirigidas, hacia un concepto de desarrollo y liderazgo transformacional.
¿Pero no existen acuerdos en los que los directivos de compañías comparten sus experiencias en los centros educativos?
Aunque los centros educativos estén haciendo una gran tarea de acercamiento, para que la empresa acuda a las aulas y viceversa es necesario que se traslade el valor que tiene la empresa en la economía y la sociedad. Hay titulaciones tan exigentes en conceptos teóricos que impiden el movimiento del aula, pero el nivel mayor de desarrollo personal también es la resolución de problemas reales. O ponemos en valor lo que cada parte aporta para construir el conjunto o no hay manera de avanzar. Nos vienen jóvenes con titulaciones ‘Steam’ que les tienen como la élite, pero yo creo que la élite también son los que entienden de personas, porque es el nivel más complejo que hay, dirigir equipos y nadie habla de ello. No solo se necesitan ingenieros y que, además, no han visto una empresa en su carrera.
¿Qué se puede hacer para salir de esta situación?
En muchos casos, quitar nudos. Tenemos ‘cortocircuitados’ muchos elementos del ecosistema y es tan fácil como empalmarlos. Primero, es necesario una visión y un reconocimiento de que es verdad que hay agujeros en el ecosistema. Parece que da apuro reconocerlo, porque se afirma que hemos avanzado muchísimo, pues sí, pero tenemos que seguir avanzando y a mucha más velocidad con una población tan envejecida como la vasca. A nivel de visión lo vemos, pero nos falta la ejecución. El País Vasco tiene la mayor inversión por alumno en educación, lo que es fantástico porque te permite adaptarte rápidamente, pero no estamos convirtiendo ese factor en innovación, tal y cómo muestran diferentes informes educativos.
Necesitamos el compromiso de las empresas, y estamos en ello, de convertirse en tutores, primero para situarles en lo que es una empresa, que la comprendan y la quieran transformar. Y después, reconocer que el talento no está hecho al salir de los centros para afrontar los retos futuros: climáticos, pobreza, inmigración, igualdad de género, etc.
Hábleme de la red de empresas que colabora con Fundación Novia Salcedo.
Más allá de atender a los jóvenes individualmente y orientarles para la mejora de su empleabilidad, todos nuestros programas van dirigidos a hacer formación de la mano de la empresa: es el concepto de learning by doing, aprender haciendo.
Cuando un joven ya es titulado no necesita más horas de aula, necesita aprender para qué valen esos conocimientos y que mejor que hacerlo de mano de la empresa. La formación de los tutores se realiza con 800 empresas con nuevas incorporaciones cada año. Son mentores en Novia Salcedo y tutores en las empresas.
Cada año hacemos unos 300 tutores de programa formativo y desde 2019 llevamos formados casi 1.500 tutores. Se trata de personas con vocación de acogida y que va más allá de una primera oportunidad laboral.
¿Que diferencia hay entre la formación tutorizada en empresas y las prácticas, tal y como las conocemos?
Es un concepto nuevo de los sistemas de entrenamiento con los jóvenes que se realiza en toda Europa occidental. La práctica es que vas a la empresa con un conocimiento, ya sabes algo y lo practicas. En este caso, la empresa es la que tiene conocimiento sobre un sector porque está operando en el mercado y te integra como un miembro más para resolver problemas en esa estructura.
Defendemos el concepto de desarrollo profesional, que significa compromiso y pasa también por tener vínculos laborales. La empresa es un magnífico entorno de aprendizaje, de crecimiento y de adquisición de competencias y conocimientos técnicos. Todo lo relacionado con las energías renovables, hidrógeno, economía circular, digitalización, etc. está en auge en las empresas, resolviendo asuntos punteros y reales.
¿Con cuántos jóvenes trabaja la Fundación cada año? ¿Qué les ofrece?
En 2022 terminamos con 730 jóvenes vinculados en empresas, de 2.000 solicitudes. La estancia es de unos seis meses y cuentan con remuneración del salario mínimo interprofesional y cotización a la Seguridad Social, con un sistema de becas que luego pasa a contrato.
Ya tenemos una empleabilidad por encima del 65%.
¿Qué motivaciones tiene esta generación hacia el mercado laboral?
En primer lugar, están absolutamente despistados y no puede ser de otro modo en la era de incertidumbre actual. Creo que esta generación está priorizando el contrato emocional y quiere lo que cualquier ser humano quiere: que le traten bien y no ‘venderse’ a cualquier precio. De hecho, el salario lo ponen en tercer o cuarto lugar.
Quieren que el proyecto sea interesante y motivador, que ofrezca valores como la conciliación, igualdad de género, etc. Valoran la dimensión humana, como hacen los países nórdicos, con un ecosistema adecuado para el desarrollo personal, además de profesional.
¿Cree que la nueva ley de Educación vasca ayudará a resolver problemas actuales?
Me parece magnífico tener un sistema educativo orientado a desarrollar personalidades que sepan resolver problemas, pero yo creo que la empresa tiene mucho para aportar y concentrar todo en el sistema educativo es complicado, porque son estructuras e instituciones tan grandes que para moverlas hacia el cambio lleva mucho tiempo. Sobre el modelo lingüístico, otras sociedades también son plurilingües y lo saben hacer. Hay que proteger una lengua minorizada, pero hay que avanzar en el plurilingüismo.
¿Qué aporta el emprendimiento a la ‘ecuación’?
Emprender está en nuestro ADN, porque emprender es enfrentarte a la resolución de problemas y no ser un sujeto pasivo que se queda al margen. El intraemprendimiento también tiene mucho valor.
Para finalizar, ¿qué destacaría del trabajo que realiza Fundación Novia Salcedo?
Estamos dando una dimensión de gestión de datos y rigor científico a un campo multidisciplinar y variable para reducir el desempleo juvenil. Hemos trabajado en el área de la psicología social que trata la visión de triple nivel, individuo, organización y sociedad y cómo están relacionados.
Del mercado laboral hablan los economistas: contratos, altas, bajas, etc; pero no se explica lo que tiene que ver con comportamientos grupales, individuales y sociales para que tengamos este problema de desempleo juvenil hoy y 40 años atrás. Una sociedad no va a funcionar si arriba no hay políticas innovadoras, en medio empresas innovadoras y abajo individuos que quieran cambiar.