“Se está de acuerdo en decir que la enseñanza literaria,
bien entendida, es decir, desprovista de todo aparato inútil, de pedantismo o
de erudición, es la más apropiada para desarrollar en nosotros el espíritu de
finura. Y como tal espíritu de finura es necesario para todo el mundo, porque
todo el mundo debe vivir, se concluirá que la cultura literaria es también
necesaria para los sabios, igual que a todos los hombres. Lo que generalmente se
cree, es que solamente se tiene necesidad de ella para ser hombres y no para
ser sabios; y allí es donde se comete el error.”
bien entendida, es decir, desprovista de todo aparato inútil, de pedantismo o
de erudición, es la más apropiada para desarrollar en nosotros el espíritu de
finura. Y como tal espíritu de finura es necesario para todo el mundo, porque
todo el mundo debe vivir, se concluirá que la cultura literaria es también
necesaria para los sabios, igual que a todos los hombres. Lo que generalmente se
cree, es que solamente se tiene necesidad de ella para ser hombres y no para
ser sabios; y allí es donde se comete el error.”
El párrafo es un extracto de una conferencia, “Les Sciences et les Humanités”, que el gran físico, matemático y filósofo HenrI Poincaré
pronuncio para la “Liga para la Cultura Francesa”, de la que fue nombrado
miembro de honor hace cien años, en junio de 1911. La razón que se dio para pronunciar
esta conferencia fue la constatación de una crisis de la lengua francesa, del
debilitamiento de la cultura general y del olvido de la claridad y de la
lógica. Este malestar coincidía con el abandono de los estudios clásicos, el descrédito
del latín y del griego, el abuso de la especialización que fue introducida
tanto en la enseñanza superior como en la enseñanza secundaria. La reforma de
1902, entre todas, consumada con una intención utilitaria, había roto la unidad
y la integridad del sistema de estudios. Se dijo que esta experiencia había
condenado a estas nuevas tendencias. Que no eran los letrados, los diletantes
que habían dado prueba de la insuficiencia de la enseñanza moderna, pero que
eran los sabios, los médicos, los ingenieros, los industriales.
pronuncio para la “Liga para la Cultura Francesa”, de la que fue nombrado
miembro de honor hace cien años, en junio de 1911. La razón que se dio para pronunciar
esta conferencia fue la constatación de una crisis de la lengua francesa, del
debilitamiento de la cultura general y del olvido de la claridad y de la
lógica. Este malestar coincidía con el abandono de los estudios clásicos, el descrédito
del latín y del griego, el abuso de la especialización que fue introducida
tanto en la enseñanza superior como en la enseñanza secundaria. La reforma de
1902, entre todas, consumada con una intención utilitaria, había roto la unidad
y la integridad del sistema de estudios. Se dijo que esta experiencia había
condenado a estas nuevas tendencias. Que no eran los letrados, los diletantes
que habían dado prueba de la insuficiencia de la enseñanza moderna, pero que
eran los sabios, los médicos, los ingenieros, los industriales.
La Liga para la Cultura Francesa se propuso agrupar a todos
los que creían en la superioridad de la educación clásica. Defender las
humanidades, es decir no solamente los estudios del latín y del griego, pero una
cultura general y desinteresada de la mente, que era el sentido preciso de su
actuación. Por diferentes medios la Liga quiso aclarar la opinión pública y
convencerla de que era necesaria de reavivar la tradición clásica, que definía
como la gran tradición intelectual de Francia.
los que creían en la superioridad de la educación clásica. Defender las
humanidades, es decir no solamente los estudios del latín y del griego, pero una
cultura general y desinteresada de la mente, que era el sentido preciso de su
actuación. Por diferentes medios la Liga quiso aclarar la opinión pública y
convencerla de que era necesaria de reavivar la tradición clásica, que definía
como la gran tradición intelectual de Francia.
Más extractos de la conferencia:
“Se dirá que se puede ser un sabio y hasta un gran sabio sin
tener ningún espíritu de finura, y la prueba está en que la mayoría de los
hombres de ciencia están absolutamente desprovistos de ella. Esto es contentar a
una vista superficial: si encontramos tantos geométricos o naturalistas que en
el comercio ordinario de la vida tienen una conducta a veces asombrosa, es que
por estar distraídos por sus pensamientos, por las contingencias que les
rodean, no ven lo que hay alrededor de ellos. Pero si no ven, no es en absoluto
porque no tienen buenos ojos, es que no miran. Esto no les impide de ninguna
forma que no sean capaces de desplegar alguna finura cuando se trata de los
únicos objetos que les parecen interesantes.”
tener ningún espíritu de finura, y la prueba está en que la mayoría de los
hombres de ciencia están absolutamente desprovistos de ella. Esto es contentar a
una vista superficial: si encontramos tantos geométricos o naturalistas que en
el comercio ordinario de la vida tienen una conducta a veces asombrosa, es que
por estar distraídos por sus pensamientos, por las contingencias que les
rodean, no ven lo que hay alrededor de ellos. Pero si no ven, no es en absoluto
porque no tienen buenos ojos, es que no miran. Esto no les impide de ninguna
forma que no sean capaces de desplegar alguna finura cuando se trata de los
únicos objetos que les parecen interesantes.”
“El sabio no debe tardar en conseguir fines prácticos: los
conseguirá sin duda, pero debe conseguirlos ‘además de’. Nunca debe olvidar que
el objeto especial que estudia no es más que una parte de un gran todo que le
desborda infinitamente, y son el amor y la curiosidad por este gran todo que
deben ser el único motor de su actividad. La ciencia ha tenido aplicaciones
maravillosas: pero la ciencia que no habrá visto más que aplicaciones ya no
sería ciencia, no sería ya más que cocina. No hay otra ciencia que la
desinteresada.”
conseguirá sin duda, pero debe conseguirlos ‘además de’. Nunca debe olvidar que
el objeto especial que estudia no es más que una parte de un gran todo que le
desborda infinitamente, y son el amor y la curiosidad por este gran todo que
deben ser el único motor de su actividad. La ciencia ha tenido aplicaciones
maravillosas: pero la ciencia que no habrá visto más que aplicaciones ya no
sería ciencia, no sería ya más que cocina. No hay otra ciencia que la
desinteresada.”
“Hay que subir más alto, y siempre más alto para ver siempre
más lejos y sin tardar demasiado en el camino. El verdadero alpinista siempre
considera la cima que acaba de alcanzar como un peldaño que debe llevarle a una
cima más alta. Es preciso que el sabio tenga el pie montañero, y sobre todo que
tenga el corazón montañero. Este es el espíritu que debe animarle. Este
espíritu es el que soplaba en otros tiempos sobre Grecia y que hacía nacer los
poetas y los pensadores. “
más lejos y sin tardar demasiado en el camino. El verdadero alpinista siempre
considera la cima que acaba de alcanzar como un peldaño que debe llevarle a una
cima más alta. Es preciso que el sabio tenga el pie montañero, y sobre todo que
tenga el corazón montañero. Este es el espíritu que debe animarle. Este
espíritu es el que soplaba en otros tiempos sobre Grecia y que hacía nacer los
poetas y los pensadores. “
“En nuestra enseñanza clásica queda no sé qué de la vieja
alma griega, no sé qué que nos hace mirar hacia arriba. Y esto es más precioso
para hacer un sabio que la lectura de unos cuantos volúmenes de geometría.”
alma griega, no sé qué que nos hace mirar hacia arriba. Y esto es más precioso
para hacer un sabio que la lectura de unos cuantos volúmenes de geometría.”
Libros interesantes de Poincaré: “El Valor de la Ciencia”, y
“Ciencia y Método”. Una frase de este último: “El sabio no estudia la
naturaleza porque le es útil; la estudia porque lo hace a gusto y lo hace a
gusto porque es bella. Si la naturaleza no fuera bella, no valdría la pena ser
conocida, la vida no merecería la pena ser vivida.”
“Ciencia y Método”. Una frase de este último: “El sabio no estudia la
naturaleza porque le es útil; la estudia porque lo hace a gusto y lo hace a
gusto porque es bella. Si la naturaleza no fuera bella, no valdría la pena ser
conocida, la vida no merecería la pena ser vivida.”
Esto que dijo Henri
Poincaré hace cien años, ¿no sería válido hoy también? Quizás haya que pensar
en estas frases cuando queremos “innovar”: que sigamos cuidando la cultura general.
La ciencia forma parte de ella, pero la ciencia no es toda la cultura.
Poincaré hace cien años, ¿no sería válido hoy también? Quizás haya que pensar
en estas frases cuando queremos “innovar”: que sigamos cuidando la cultura general.
La ciencia forma parte de ella, pero la ciencia no es toda la cultura.