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Las Hormigas de Islandia


La revista Foreign Policy publica este mes un curioso reportaje titulado «Las hormigas de Islandia», donde cuenta los extraños métodos a los que están recurriendo los islandeses para reformar su Gobierno después de que su economía haya quedado hecha trizas a causa de la crisis.


La quiebra de los tres bancos principales de Islandia hizo entrar al país en bancarrota y sus habitantes se manifestaron pacíficamente para pedir la dimisión del entonces presidente de la junta de gobernadores del banco central del país. La caída de aquel gobierno, el escepticismo respecto del ejecutivo actual, y la polémica ley sobre devolución de las pérdidas a inversores de Reino Unido y de Holanda, han hecho que haya surgido en Reikiavik una especie de movimiento económico de base en el que los ciudadanos intentan ofrecer soluciones por y para el pueblo.

Una de las organizaciones que tiene la iniciativa es la Casa de las Ideas, una mezcla de think tank y oficina creada por Gudjon Gudjonsson, empresario del sector de las telecomunicaciones y profesor de empresa en la Universidad de Reikiavik. Poco después de la quiebra, la Casa de las Ideas, bajo el patrocinio de la universidad y de la Academia de las Artes de Islandia, empezó a proporcionar a los empresarios creativos espacios gratuitos para construir ideas de negocio.
Este experimento de toma colectiva de decisiones reúne a 1.500 islandeses, en su mayoría escogidos al azar del Registro Nacional de Islandia, para pensar formas de reconstruir la economía y los valores del país. En cualquier otro sitio, el plan se consideraría una locura; en Islandia, donde los participantes constituyen un respetable 0,5% de la población, tiene cierta lógica. En julio, un grupo de voluntarios de la Casa de las Ideas se unió con otras organizaciones de base para empezar a elaborar el manifiesto de la Asamblea Nacional.
Dicho manifiesto llama a los voluntarios de la asamblea el «hormiguero» y define su misión como la búsqueda de «un tipo único de democracia surgida de las multitudes». El objetivo, dice el manifiesto, es «aprovechar la sabiduría y la conciencia colectivas de la población islandesa, que permanecen ocultas para cada individuo aislado».
No obstante, salga lo que salga de aquí, las hormigas islandesas han reaccionado ante los temibles retos a los que se enfrentan empezando a construir una solución que podrá llevar de verdad el sello de «Made in Iceland».
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