Reflexionando sobre el contenido del libro, Josep M. Lozano, comenta:
Nos guste o no, el capitalismo de consumo ha sustituido a la economía de producción y de trabajo y sus valores. Buena parte de los jóvenes que acceden al mundo laboral hoy ya no identifican el trabajo como el espacio principal de realización personal y profesional, sino simplemente como el instrumento que les facilitará el acceso al dinero y, con éste, al consumo. Para muchos de ellos asociar trabajo con identidad personal y proyecto de vida (aunque sea como posibilidad o como sueño) se ha convertido en algo literalmente im-pensable e in-creíble. La relación (o prelación) trabajo-ocio-consumo que habíamos heredado de la sociedad industrial ha saltado por los aires. Tiene poco sentido que las empresas se lamenten de este cambio, ya que han sido y son ellas las que por diversos medios (publicidad incluida) lo han favorecido. Los valores y actitudes que son buenos para aumentar la cifra de ventas puede ser que sean malos para incrementar la productividad. O como dice nuestro amigo Carlos Obeso, «no hay cerdos gordos que pesen poco». Y lo mismo podríamos decir del lamento de las entidades financieras ahora que ven aumentar la morosidad. Quien ha favorecido un modelo de consumo basado en el crédito y el endeudamiento de las familias no puede esperar tener ahora clientes ahorradores y buenos pagadores. Llevamos 30 años educando a la gente en aplazar los pagos y disfrutar hoy, proyectando los costes al futuro (o, peor aún, haciéndoles creer que no hay costes). Y ahora, de golpe y porrazo, con la crisis esperamos que actúen al revés. La libreta de ahorro correspondía a la sociedad de productores, la tarjeta de crédito corresponde a la sociedad de hiperconsumo. Estamos en otro mundo. La nuestra, dice Bauman, es la vida del crédito basado en la deuda y sin ahorros como una forma de guiar los asuntos de los humanos, tanto en las políticas individuales como en las políticas de estado. Continuar leyendo aquí.
Presentación del libro. De izquierda a derecha: Laura Albareda, Carles Duarte, Javier Elzo, Y Àngel Castiñeira
Estoy de acuerdo. Es una pena que haya jóvenes que elijan una carrera profesional exclusivamente por su remuneración económica, y no por vocación a la profesión u al oficio. Que haya jóvenes que elijan “por eliminación”, y no por amor a esta u otra disciplina que les haya gustado durante sus estudios segundarios o que han conocido en reuniones de orientación profesional. Con el resultado que pasan 8 horas al día esperando al final del día laboral. Un tercio del su día. Un tercio de su vida. ¿Cómo puedes ser entusiasta en tu trabajo, si lo has elegido solo por interés económico? El que hace un trabajo que le gusta, que le llena mentalmente, lo hará mejor y dará satisfacción tanto a sí mismo como a la empresa donde trabaja. Porque será más creativo. Y un buen empresario, que vive su empresa, no explotará económicamente este amor al trabajo de su empleado. O no debería hacerlo.
En el modelo EFQM se dice claramente que la calidad se mide por la satisfacción del cliente y por la satisfacción del personal. Es difícil que exista lo uno sin lo otro.