Un artículo de Juanjo Goñi, publicado el domingo 5 de febrero en Deia
Nadie ignora la existencia de la teoría de la selección de las especies como mecanismo de selección natural, que Charles Darwin nos propuso. Pero seguramente, la gran mayoría ignoramos las investigaciones de Lynn Margulis (1967), sobre la endosimbiosis, que explica la creación de organismos con núcleo como las células, a partir de organismos sin núcleo. Este descubrimiento pone en evidencia que no es la depredación sino la simbiosis, lo que realmente está detrás de cada salto evolutivo importante en la vida. La construcción de lo nuevo y su funcionamiento, obedecen a reglas de simbiosis o de mutuo beneficio, y no de eliminación por depredación, del más fuerte sobre el más débil. El gran salto a la vida que conocemos surge por la simbiosis y no por la competencia destructiva. Esta sólo produce la selección pero no origina la diversidad.
Diremos que “Iguales juntos” no trae el progreso generador, sino más bien la competencia de suma cero. Por el contrario “distintos juntos” es un requisito de la formula del progreso. Se requiere además de esta condición de partida una actitud de comprender al otro y una alta dosis de generosidad mutua que construye progresivamente el estado de cooperación. La cooperación no es una transacción, es más bien una relación sostenida en el tiempo, sustentada en la confianza y en el cumplimiento de compromisos.
¿Y que hay fuera de la cooperación o relación simbiótica? Queda casi todo lo cotidiano en los intercambios transaccionales. La mayoría de las relaciones económicas se establecen principalmente bajo criterios de suma cero. Son las relaciones parasitarias, depredadoras y necróticas, que van incrementando el balance negativo que se acumula en esta crisis, al transaccionar entre los ciudadanos, sus organizaciones y la sociedad.
La crisis económica actual ha sido ocasionada por un aumento de la proporción de relaciones depredadoras, parasitarias y necróticas que se produjeron entre 2004 y 2007, en el seno de la actividad económica (venta de riesgos ocultos en cadena), sobre las necesarias relaciones simbióticas, que son los mutuos y saludables intercambios de valor real. El ganar sin cooperación, supone trasladar la pérdida al otro. Es el juego binario del éxito o del fracaso, de lo tuyo que no es mío, de si se gasta aquí no se gasta allí, de la estrechez de miras con una visión restrictiva de lo que es valioso para la sociedad.
La cooperación requiere en gran medida un mejor conocimiento del otro y de sus intereses, porque sólo es así posible construir valor para él y obtener simultáneamente valor para uno mismo. La cooperación requiere incorporar al diálogo de las relaciones, otros ingredientes -no económicos- acerca de lo que es valioso para las personas y las organizaciones, ensanchando en significado del valor social. Este debe contener el valor económico como una parte del mismo y no al revés.
Es evidente que hoy tenemos muchos mas medios para comunicar y compartir propuestas e ideas para cooperar, pero esto será muy útil en la medida en que también progresemos en un distinta actitud colectiva. Esta incluye otros modos de pensar y hacer, que impulsen la colaboración simbiótica como pauta dominante, con sus reglas de juego, y que generen una merma sustancial de las relaciones de depredación y dominio, que tienden a la pérdida global de recursos y destruyen el futuro.