Ana Barandiarán entrevista a Maite Aranzabal, nueva presidenta de Fundación Novia Salcedo.
Maite asume la presidencia de NSF en un momento de intenso debate sobre los salarios de los jóvenes en Euskadi y sobre cómo evitar que se marchen fuera.
Considera que una forma de atraerles es a través de las potentes empresas familiares que tiene Euskadi. Es una realidad que conoce porque es hija de Antonio Aranzabal, impulsor del crecimiento de la firma familiar Bombas Itur.
Advierte, no obstante, que las nuevas generaciones tiene otros valores y no quieren vivir para trabajar, lo que obliga a adaptarse. Maite reconoce que pertenece a una generación acostumbrada a trabajar de «sol a sol» y así lo ha hecho en su trayectoria profesional como directiva en Cortefiel o KA internacional.
¿Qué objetivos te planteas como nueva presidenta de Fundación Novia Salcedo?
Voy a basarme en todo el legado de esta fundación, de más de 40 años, que ha hecho una labor impresionante por la empleabilidad de la juventud al hacer de puente con las empresas e instituciones.
Sobre esa base, querríamos diversificar servicios y aparte de prácticas, ofrecer más información. Nos gustaría también ampliar nuestra implantación en otros territorios y abordar colaboraciones a nivel internacional.
Apostaremos por la innovación social y, asimismo, va a ser importante buscar fuentes de financiación estables porque cada año partimos de cero. Otro propósito es medir el impacto social de lo que hacemos.
El presidente de Kutxabank dijo que los salarios de la juventud eran «extremadamente bajo». ¿Lo comparte?.
Lo lógico cuando empiezas en un trabajo el salario sea más bajo y lo importante que es que tengas capacidad de ir subiendo y mejorando el sueldo. Quizás este ascenso se ha estancado en los últimos años.
¿Cree que hay fuga de talento de Euskadi por los bajos salarios?
Tenemos una encuesta reciente que que dice que la juventud valoran sobre todo el ambiente de trabajo, el salario y el desarrollo personal. Puede haber quienes prefieran una experiencia fuera para luego volver.
Dicho esto, en Euskadi sí que hay cierto problema de arraigo de jóvenes y de empresas se van porque las compran.
Un alto porcentaje de jóvenes se van a Madrid.
Una cosa que puede hacer Euskadi al respecto es dar a conocer, a las personas jóvenes, sus empresas familiares. Hay un tejido impresionante de firmas innovadoras y de gran proyección internacional que los jóvenes desconocen porque sólo han oído hablar de las «big four» o las multinacionales.
Hay que mostrarles lo interesante que puede ser trabajar en ellas porque es una forma de arraigarles en Euskadi.
Las empresas se quejan de que no encuentran trabajadores y apuntan como principal causa el desajuste de la formación. ¿Cómo ve este problema?
Creo que es necesario de un diagnóstico por parte de las instituciones públicas de hacia dónde se dirige a Euskadi y el tipo de perfiles que hacen falta.
Las empresas han puesto en marcha un proyecto para reclutar trabajadores en Latinoamérica, ¿qué le parece?.
Cuando no encuentras el talento lo tendrás que traer de fuera, pero aquí hay mucho por descubrir.
La competencia del sector público es feroz. Sus condiciones son imbatibles.
Es verdad que en España hay una mayor tendencia al sector público, pero habrá que ver cómo se financia. La economía necesita la iniciativa privada y por eso hay que apoyar al empresario.
Pero muchos jóvenes ven a sus padres trabajando de sol a sol y se decantan por las oposiciones.
El mundo del trabajo está cambiando. Yo soy de esa generación que trabajaba de sol a sol pero las nuevas tienen otros valores. No quieren vivir para trabajar. Creo que hay que aprovechar todas esas vías que se potenciaron en la pandemia como la flexibilidad y el teletrabajo.
El Gobierno tiene pendiente la aprobación del Estatuto del Becario. ¿Teme que se sobrerregule y se restrinjan las prácticas con el argumento de evitar abusos?
Habrá que ver el texto final. Existe ese riesgo, pero para eso está el diálogo social. Hay que poner en valor lo positivas que son las prácticas bien hechas para que el joven aprenda y la empresa le conozca y contrate.
Es la primera mujer en presidir la fundación. ¿Ha sentido el techo de cristal en su carrera?
Me ha tocado de todo, gente que me ha apoyado y gente que no tanto. Creo más en la meritocracia que en la imposición de cuotas. En caso de que estas sean necesarias, hay que ser muy exigentes con el talento.
Fuente: El Correo y Diario Vasco