Le Monde Diplomatique, en su revista mensual de diciembre 2017, publica un artículo muy interesante acerca de los auto emprendedores, como los llaman en Francia. Concretamente se centra en el caso de trabajadores para una empresa de la denominada nueva economía o economía colaborativa.
En Francia, cuando en 2008 se creó el estatuto del auto emprendedor, los reportajes entusiastas florecieron un poco por todas partes. Nueve años más tarde, los “forzados” de la bici hacen huelga para ser remunerados correctamente, los conductores Uber están en pleito con la plataforma, y los “independientes” se movilizan. De media, los micro emprendedores ganan 410 euros por mes, menos que la Renta de Solidaridad Activa (RSA).
En el verano de 2017, varias decenas de repartidores de comida en bicicleta, trabajando como auto emprendedores bajo los colores de la multinacional británica Deliveroo, se acodaron a sus manillares. Jurídicamente hablando, como son trabajadores independientes y no asalariados, no están en huelga: están “desconectados”.
Sumedh Rajendran. – « Invisible Half » (La Part invisible), 2009 www.sumedhrajendran.com
El problema parte de la decisión unilateral de Deliveroo de armonizar a la baja el sistema de remuneración de sus “asociados” –en el léxico de la casa, no se habla de empleados-, los nuevos repartidores no son “contratados”, pero participan en sesiones de “embarque”; no son acogidos por un director de recursos humanos o por los mandos, pero sí por semejantes que tienen el título de “embajadores”. A finales de agosto, la dirección ha decidido pagar por carrera (5 euros, y 5,75 euros en la capital), reemplazando el antiguo sistema de tarifa por hora (7,50 euros, a los que se añaden, según los criterios de rendimiento, entre 2 y 4 euros por entrega), todavía en vigor para los contratos fechados antes de septiembre 2016. Tal y como se había hecho un año antes en el Reino Unido, provocando allí la revuelta de los ciclistas, la multinacional no ofrece en Francia otra elección que la de aceptar el trabajo a destajo o buscar en otra parte. El colectivo de repartidores autónomos de Paris opina que este precio de 5,75 euros por carrera es una provocación.
El Diario.es recoge también una huelga similar llevada a cabo en Barcelona, donde los repartidores han creado una plataforma unitaria que agrupa a todos los trabajadores que se han querido sumar al paro: Ridersxderechos. La iniciativa surge en Barcelona de la sección sindical creada en la empresa por la Intersindical Alternativa de Catalunya (IAC). La plataforma también se ha organizado en Madrid, Zaragoza y Valencia, ciudades donde opera Deliveroo en España. Lo que llama la atención es el uso del lenguaje que se da en el caso de esta empresa, dicen los repartidores. «A la disponibilidad la llaman flexibilidad, porque la compañía afirma que los trabajadores pueden escoger el horario, pero es finalmente la empresa quien concede las franjas de reparto», afirman. «También habla de economía colaborativa, pero solo hay unas condiciones en las relaciones laborales: las que impone la empresa», añaden.
El conseguir que un negocio colaborativo sea rentable no es una tarea sencilla. Además de la falta de una legislación que les proteja, estas empresas encuentran otro de sus principales problemas en sus ingresos. Nacidas en los años de crisis, el saber de qué servicio pueden ingresar dinero de sus usuarios es una tarea compleja. Y en los negocios de economía colaborativa se plantea un doble reto: el de captar además de la demanda, la oferta.
En una entrada anterior de este blog, hablábamos de esta nueva forma de empresa y decíamos que el debate está abierto y se podría simplificar en dos posturas sobre este capitalismo de plataformas (platform capitalism) que están desarrollando intelectuales como Jeremy Rifkin, con sus teorías del coste marginal cero, o Luc Ferry, con su revolución transhumanista. El primero defiende que la extensión de estas plataformas de la «economía colaborativa» dará lugar a una nueva etapa histórica, que ya no será el capitalismo, y que estará al margen del mercado y del Estado. El segundo, por el contrario, opina que se avecina una nueva oleada de desregulación y mercantilización de bienes privados, lo que nos hará entrar en otra era de un capitalismo más salvaje y competitivo que nunca.
Así están las cosas… ¿cuál de los dos tendrá razón? Nos tememos lo peor.