“No hay ningún país que tenga la capacidad de defenderse contra un monstruo global”. Es la opinión del prestigioso sociólogo Alain Touraine, Premio Príncipe de Asturias 2010 de Comunicación y Humanidades, que ha participado en un reciente coloquio celebrado en la Alhóndiga de Bilbao sobre la crisis actual.
Alain Touraine tiene la conciencia de ser un intelectual latino que encuentra en el mundo hispánico, así como en los mundos italiano y francés, las orientaciones básicas del trabajo de toda su vida. Su meta siempre ha sido rescatar el concepto de sujeto, pero no de manera filosófica, sino a través del conocimiento directo de los movimientos colectivos en los cuales se manifiesta el anhelo de defender «su derecho a tener derechos».
En su exposición en Bilbao, Touraine no quiere hablar mucho de crisis sino de mutación con discontinuidad de un tipo de sociedad a otro. En este momento estamos ante el aspecto más negativo de la mutación, de la transformación, dice, porque ha habido un rápido proceso de desindustrialización occidental que ha dado paso a un mundo intelectual y del conocimiento. Lo duro y lo feo es lo industrial y está de moda hablar contra un mundo arcaico y duro. Sin embargo no hay solución sin re-industrialización: Alemania ha sido un claro ejemplo.
La situación actual es de dominación del capitalismo industrial por el capitalismo financiero, pero el mundo financiero no tiene ninguna función económica (ni de inversión, ni de crédito), solo especulativa. Y el resultado no es un fenómeno de transición sino de ruptura de carácter brutal y negativo. En términos económicos, sociales y políticos la situación no puede ser controlada por actores sociales o políticos, el capitalismo financiero es global y la globalización se escapa al control.
Haciendo un repaso a la situación cambiante desde hace unos años, Touraine diferencia la crisis actual de la de 2008 (2007 en España). Desde el año 2008 hasta el 2010 la crisis no ha tenido respuesta local, solo ha habido silencio sin propuestas. A partir de 2010, la crisis monetaria, una situación dramática del sistema, lleva a la crisis de los Estados (Islandia, Grecia). En 2011 no hay desarrollo, no hay crecimiento (en Italia no hay crecimiento desde los últimos 10 años). En pocas semanas todo se ha desmoronado y, por primera vez frente a la catástrofe, en Europa ha empezado una nueva transformación. La única defensa seria para sacar a algunos países del abismo es la intervención de Europa frente a los mercados. La política ahora se decide a nivel internacional. (Monti y Papademus no son tecnócratas, son enviados por demócratas europeos desde Bruselas).
Estamos pasando por el punto más bajo de la transformación del mundo y se ven cambios. La llamada primavera árabe, el movimiento de los indignados…, todos tienen en común una constante, en la misma situación la indignación rechaza pero no construye. Ese es el problema. El mundo rechaza el capitalismo financiero, pero hay que crear un espacio para nuevas inversiones y otros cambios sociales y políticos: derechos humanos, políticos y culturales. La crisis global requiere una solución global, con acciones locales. Se requieren nuevas formas de acción política y nuevas formas de proceso social e ideas, y es importante no separar estos dos elementos de la necesidad de la economía del conocimiento. No hay que separar las recuperaciones económica y política, en absoluto, porque ahora solo hay dos opciones: reconstruir o caer.
La crisis actual no es el proceso, señala Touraine, es el tiempo necesario para que emerja la decisión política. Tenemos tres tiempos: económico, financiero y de adaptación política. El sistema político debe ser musculado por Europa y por la penetración de los “indignados”. Es banal, pero es la entrada masiva de la juventud en la política. Si las clases políticas son incapaces de tener legitimidad cultural primeramente, hay que hacer que los jóvenes se puedan asociar a un mensaje constructivo. En Francia, por ejemplo, si se proponen ideas a los jóvenes, hay 1000 personas que se echan a la calle a escuchar. Se trata de algo no formal y el mundo universitario se des-formaliza. En Bilbao o en Barcelona los jóvenes crean un lugar de debate y discusión, no solo de protesta sino de creación y expresión. Hablar y alzar la voz, ese es el mensaje.
Si queremos escapar a la catástrofe, continúa, debemos analizar también el papel de los medios de comunicación. Generalmente los medios están demasiado vinculados al Estado como para hacer de canal de transmisión. En Francia, en Mayo del 68, el estado mayor estudiantil se reunía en los coches y escuchaban Radio Luxemburgo… Todo lo que hoy día sea un canal, aunque esté taponado, sigue siendo un canal.
En el fondo Alain Touraine no es pesimista, pese a su discurso contundente, porque en los países europeos (Polonia funciona) la capacidad de acción es inmensa. Los métodos democráticos tienen sus inconvenientes, pero hay que aceptar la temporalidad que los caracteriza. Mientras que un dictador decide muy rápido, esto es peligroso, la juventud es lenta y poco organizada. Sin embargo, hay mucha implicación y emotividad en ella, aunque la ruptura no signifique olvidar todo lo de atrás, sino tomar las bases válidas. Los jóvenes tienen que reinventar una memoria para no vivir en el presente puro, ya que hay que vivir en el pasado, el presente y el porvenir. Hace falta entrar en una democracia cada vez más de bases, cada vez más fluida, menos institucionalizada. Hay que actuar desde abajo porque es fundamental que los actores sean democráticos. Cuanto más se reaccione y de manera más emotiva, mejor, porque los derechos del individuo deben estar por encima del Estado, concluye.
"La situación actual es de dominación del capitalismo industrial por el capitalismo financiero, pero el mundo financiero no tiene ninguna función económica (ni de inversión, ni de crédito), solo especulativa", dice Alain Touraine. En lugar de centrarse en su propio beneficio, y sobre todo en su beneficio a corto plazo, el mundo financiero debería centrarse en ser la gasolina para el motor de la industria y de los servicios. El PIB, que es la medida de la salud económica de un país, lo produce la industria, no el mundo financiero. Pero el motor de la industria no puede tirar de la economía si no encuentra gasolina.