Husserl en sus dos grandes conferencias pronunciadas en 1938 en Viena y Berlín,
en vísperas de la catástrofe nazi.
como construcción, esta Europa que pusieron en pie nuestros padres, esta Europa
que supo transformarse en una idea nueva, que fue capaz de aportar a los
pueblos que acababan de salir de la Segunda Guerra Mundial una paz, una
prosperidad y una difusión de la democracia sin precedentes, pero que, ante
nuestros propios ojos, está deshaciéndose una vez más.
Vassilis Alexakis |
Peter Schneider |
Se deshace en Atenas, una de sus cunas, en medio de la
indiferencia y el cinismo de sus naciones hermanas: hubo un tiempo, el del
movimiento filohelénico de principios del siglo XIX, en el que desde
Chateaubriand hasta el Byron de Missolonghi, desde Berlioz hasta Delacroix,
desde Pushkin hasta el joven Victor Hugo, todos los artistas, poetas, grandes
mentes de Europa, volaban en su auxilio y militaban en favor de su libertad.
Hoy estamos lejos de eso; y da la impresión de que los herederos de aquellos
grandes europeos, mientras los helenos libran una nueva batalla contra otra
forma de decadencia y sujeción, no tienen nada mejor que hacer que
reprenderles, estigmatizarlos, despreciarlos y —con el plan de rigor impuesto
como programa de austeridad, que se les conmina a seguir— despojarles del
principio de soberanía que, hace tanto tiempo, inventaron ellos mismos.
Umberto Eco |
Se deshace en Roma, su otra cuna, su otro pedestal, la
segunda matriz (la tercera es el espíritu de Jerusalén) de su moral y su saber,
el otro lugar en el que se inventó esta distinción entre la ley y el derecho,
entre el ser humano y el ciudadano, que constituye el origen del modelo
democrático que tanto ha aportado, no solo a Europa, sino al mundo: esa fuente
romana contaminada por los venenos de un berlusconismo que no acaba de
desaparecer, esa capital espiritual y cultural a veces incluida, junto a
España, Portugal, Grecia e Irlanda, en los famosos «PIIGS» a los que
fustigan unas instituciones financieras sin conciencia ni memoria, ese país que
enseñó a embellecer el mundo en Europa y que ahora parece, con razón o sin
ella, el enfermo del continente. ¡Qué miseria! ¡Qué ridículo!
Julia Kristeva |
Bernard-Henri Lévy |
a sur, con el ascenso de los populismos, los chauvinismos, las ideologías de
exclusión y odio que Europa tenía precisamente como misión marginar, debilitar,
y que vuelven vergonzosamente a levantar la cabeza. ¡Qué lejos está la época en
la que, por las calles de Francia, en solidaridad con un estudiante insultado
por el responsable de un partido de memoria tan escasa como sus ideas, se
cantaba «todos somos judíos alemanes»! ¡Qué lejanos parecen hoy los movimientos
solidarios, en Londres, Berlín, Roma, París, con los disidentes de aquella otra
Europa que Milan Kundera llamaba la Europa cautiva y que parecía el corazón del
continente! Y en cuanto a la pequeña internacional de espíritus libres que
luchaban, hace 20 años, por esa alma europea que encarnaba Sarajevo, bajo las
bombas y presa de una despiadada «limpieza étnica», ¿dónde está? ¿Por
qué ya no se la oye?
Antonio Lobo Antunes |
Claudio Magris
|
interminable crisis del euro, que todos sentimos que no está resuelta en
absoluto : ¿no es una quimera esa moneda única abstracta, flotante, que no está
unida a unas economías, unos recursos ni unas fiscalidades convergentes? ¿No es
evidente que las únicas monedas comunes que han funcionado (el marco después
del Zollverein, la lira de la unidad italiana, el franco suizo, el dólar) son
las que se apoyaban en un proyecto político común? ¿No existe una ley de hierro
que dice que, para que haya una moneda única, tiene que haber un mínimo de
presupuesto, reglas contables, principios de inversión, es decir, políticas
compartidas?
Hans Christoph Buch |
decenios y después, aprovechando una guerra o una crisis, se disuelve.
Fernando Savater |
integración política, obligatoria según los tratados europeos pero que ningún
responsable parece querer tomar en serio, sin un abandono de competencias por
parte de los Estados nacionales, sin una franca derrota, por tanto, de esos
«soberanistas» que empujan a sus ciudadanos al repliegue y la
debacle, el euro se desintegrará como se habría desintegrado el dólar si los
sudistas hubieran ganado, hace 150 años, la Guerra de Secesión.
Juan Luis Cebrián |
Antes se decía: socialismo o barbarie.
de la explosión, regresión social, precariedad, desempleo disparado, miseria.
hacia la integración política, o sale de la Historia y se sume en el caos.
muerte.
György Konrad |
Una muerte que podría adoptar muchas formas y dar
varios rodeos.
precedida de numerosas remisiones que den la sensación, una y otra vez, de que
lo peor ha pasado.
Salman Rhusdie |
otra forma, si no se hace algo, desaparecerá. Esto ha dejado de ser una
hipótesis, un vago temor, un trapo rojo que se agita ante los europeos
recalcitrantes. Es una certeza. Un horizonte insuperable y fatal. Todo lo demás
—trucos de magia de unos, pequeños acuerdos de otros, fondos de solidaridad por
aquí, bancos de estabilización por allá— solo sirve para retrasar el fin y entretener
al moribundo con la ilusión de una prórroga.
*Firmantes: Vassilis Alexakis, Hans Christoph Buch, Juan Luis
Cebrián, Umberto Eco, György Konrád, Julia Kristeva, Bernard-Henri Levy,
Antonio Lobo Antunes, Claudio Magris, Salman Rushdie, Fernando Savater y Peter
Schneider. Traducción
de María Luisa Rodríguez Tapia.