La nueva estrategia china de crecimiento
El desarrollo económico de China proviene de una política económica voluntarista y no de una lógica de mercado. China aplica un principio de sustitución de las importaciones por un dominio progresivo de las tecnologías inicialmente importadas, apoyándose en su competitividad-precio. La política de apertura a las inversiones extranjeras es ambigua porque está fuertemente controlada por las autoridades – vía sobre todo por la imposición de “joint-ventures”- para las empresas que desean penetrar en el mercado chino. Los autores destacan una progresión más ralentizada y un nivel relativamente débil de apertura de la economía china desde el comienzo de los años 2000. Pero señalan también que la contribución del valor añadido chino en sus exportaciones es débil (por ejemplo, está valorado en el 4% para la informática) sugiriendo que el éxito de sus exportaciones permanecen todavía muy ampliamente basados en su ventaja comparativa en términos de costes salariales.
El proceso de recuperación tecnológica está en marcha, pero todavía lejos de alcanzar su objetivo. Subsisten por otro lado factores de bloqueo, analizados en el informe, como por ejemplo la reforma agraria todavía incompleta, los límites a la circulación de trabajadores dentro del país (el sistema del hukou), la cuota importante de Empresas estatales en la economía, y la ausencia de un sistema jurídico estable y transparente. Los autores del informe indican que hasta aquí, la estrategia de crecimiento de China ha estado basada en un cierto número de aspectos de política económica, destacando los salarios muy bajos, una subvención de precios de la energía, una ayuda en el crédito para las grandes empresas, una ausencia de penalización de los costes medioambientales y unas tasas de interés demasiado bajas. Las reformas actuales y el 12º plan quinquenal (2011-2015) adoptado parecen ir en el sentido de una reducción de la mayor parte de estos aspectos. Sin embargo, si los dos objetivos mayores de China siguen siendo la estabilidad social y la recuperación tecnológica, la crisis económica hace necesario encontrar nuevos motores de crecimiento, sobre todo haciendo jugar un papel motor a la demanda doméstica.
Los autores consideran que se ha logrado un amplio acuerdo sobre la necesidad de reorientar el crecimiento, pero los obstáculos son muy numerosos, el calendario de las reformas es incierto y la puesta en marcha del plan de relanzamiento, basado en las infraestructuras y las empresas del Estado, ha representado un paso atrás o cuando menos una pausa. La situación financiera de China debe ser tenida en cuenta también. El ahorro es superabundante y esencialmente guardado bajo forma de liquidez. El bajo desarrollo financiero del país se presenta como un obstáculo al crecimiento equilibrado y sostenible. El hecho de que las empresas privadas tengan un acceso insuficiente al crédito bancario conduce a la debilidad del consumo y empuja a China hacia un crecimiento basado en las exportaciones. El gobierno chino es consciente de ello e intenta desarrollar el crédito a las Pymes.
Al final, los autores contemplan varios escenarios susceptibles de ralentizar o de intentar introducir una ruptura en el crecimiento chino. Muchos de ellos son recordados en el informe: una crisis financiera, una crisis social, una pérdida de competitividad, problemas demográficos y/o un aumento del precio de las materias primas. Los autores piensan que las autoridades chinas son conscientes de los riesgos de crisis financiera y de crisis social. Piensan también que, incluso con alzas rápidas de salarios, la ventaja de China en materia de competitividad-costo es sostenible y que las evoluciones demográficas no serán un problema hasta los años 2020. Al final, el riesgo más preocupante es la fuerte alza de precios de las materias primas.
Las principales recomendaciones
Se extraen varias propuestas de este informe. La primera, que los gobiernos no deben focalizarse sobre las tasas de cambio como hacen mucho hoy en día. La clave principal para reabsober el excedente comercial es el ahorro sobrante y donde hay que insistir es en la nueva orientación del crecimiento interno. En cuanto al yuan, está ciertamente valorado pero su apreciación en términos reales es sobre todo significativa, y eso no puede más que reforzarse desde que se ha puesto en marcha una política de alza rápida de los salarios. La cuestión de las tasas de cambio no es el problema obsesivo que se presenta a veces.
Según los autores, la atención de los gobiernos debe más bien dirigirse hacia la apertura del mercado chino, todavía demasiado protegido, así como hacia el clima de los negocios, destacando la protección de los derechos de propiedad intelectual todavía muy imperfecta. Los autores del informe insisten también en el hecho de que la Unión Europea y China tienen ciertamente más intereses en común que los Estados Unidos y China, lo que tiene fuertes implicaciones en cuanto a la estrategia a poner en marcha con Pekin. Una cooperación entre Europa y China sobre la cuestión de la reforma del sistema monetario internacional les parece útil y posible. En fin, las empresas deben de ser conscientes de las dificultades que les esperan cuando se comprometan con el mercado chino. Teniendo en cuenta importantes incertidumbres, es prudente operar en condiciones que sean rápidamente provechosas.
Sobre todo, es esencial reconocer que la apuesta china no puede tener éxito sin un compromiso completo y sostenible de las Direcciones generales. Las de las empresas occidentales que han decidido instalar en China una parte de su Estado mayor muestran ciertamente el camino a seguir.