“Las ideas no duran mucho. Hay que hacer algo con ellas” (Santiago Ramón y Cajal).
“La innovación y la productividad están soportadas por una fuerza laboral altamente formada, por lo que la consecución de la educación superior se ha convertido en un componente importante del éxito económico…..”, dicen Robert D. Atkinson (*) y Scott M. Andes (**), en el informe “The Atlantic Century – Benchmarking EU & U.S. – Innovation and Competitiveness” elaborado y editado en Febrero de 2009 por la Fundación Tecnología de la Información y de la Innovación (***).
En este informe, la citada Fundación norteamericana evalúa la competitividad basada en la innovación de 36 países y de la Unión Europa de los 15 (los países de la UE antes de 2004, los occidentales), de los 10 (los países ingresados en la UE en 2004, la mayoría del Este), de los 25 (toda la UE actual menos Bulgaria y Rumania) y del Tratado de Libre Comercio del Atlántico Norte, aunque enfoca principalmente las comparaciones entre los EEUU y Europa y entre los EEUU y la UE y otras naciones seleccionadas alrededor del mundo, con el fin de ver cual es el más competitivo en la nueva economía de la innovación.
Según el informe, España puntúa alto por el logro en Educación Superior (es 6º en el ranking mundial, por delante de los EEUU y de Suecia) gracias a la mejora en los últimos años. Pero, ¿esto da sus frutos? ¿Cómo se concibe que España no consigue un ranking mejor que el puesto 23 en competitividad e innovación teniendo tantos titulados superiores?
Una salida importante para los titulados superiores es la investigación. Y en esto España ya brilla menos, a pesar de la mejora importante conseguida en los últimos años. En investigación España está en el puesto 15, ya lejos de Suecia que ocupa el primer puesto, y que tiene más que el doble de investigadores por mil empleados que España (12,5 contra 5,7), según el informe. Es sabido que España no se aprovecha de sus titulados superiores como sería deseable, y que en muchas ocasiones deben aceptar puestos de trabajo en el sector privado que no se corresponden a su formación. En particular, el entramado empresarial español se dedica poco a la investigación. En efecto, en I+D corporativa, España ocupa el puesto 16 en el ranking, con una inversión del 0,6% sobre el PIB, solo un poquito más que la inversión institucional española en I+D. Las empresas españolas investigan menos de lo que deberían… A esto hay que añadir que en España hay pocas grandes empresas, que son tractoras en investigación. Operan en España, como por ejemplo en el sector químico, pero la investigación la hacen mayoritariamente en los países donde tienen su sede. Las PYMEs no tienen más remedio que unirse en clusters innovadores. Hay que reconocer que en esto se está haciendo esfuerzos, pero no en todos los sectores de la actividad industrial.
Además, la investigación que se hace en España es menos productiva que en países como Francia y Alemania, medido por el número de publicaciones científicas y técnicas por millón de habitantes. Los investigadores suecos publican tres veces más que los españoles, según el informe, donde los autores dicen: “Tradicionalmente, las publicaciones científicas son vistas como una medida de la productividad de la universidad y de las instituciones científicas institucionales, pero también de la comunidad global de investigación.”
A esto hay que añadir que, en época de crisis, se están creando menos empresas nuevas. En España se crean proporcionalmente menos empresas que en Francia o Alemania y el aumento de porcentaje de nuevas empresas en España es prácticamente nulo, cuando en Suecia es del 24% aje de nuevas empresas en España es pr.»dinamismo econ, según el informe, en el que se dice que “el emprendizaje ha sido siempre considerado como una medida del dinamismo económico… Nuevas empresas suelen instalar nuevos modelos de negocio y prácticas de innovación, y pueden ser un componente importante de aumento de empleo.”
Para que se creen nuevas empresas innovadoras, uno de los factores necesarios es que “esté disponible el capital y la actitud global frente al riesgo”, según el informe, que afirma que “Estas empresas jóvenes, de las que la mayoría son demasiado pequeñas para obtener capital en los mercados públicos y no desarrolladas lo suficiente como para asegurarse préstamos bancarios, tienen un potencial de crecimiento extremadamente alto”. Por otra parte una fuerte regulación institucional desanima a los emprendedores. Sin acceso al capital, los jóvenes emprendedores encuentran grandes dificultades para crear empresas, ni las empresas para hacer I+D+I. En España, el apartado de capital riesgo es también un punto débil. En Suecia y en el Reino Unido el capital riesgo, medido como porcentaje sobre el PIB, es tres veces mayor que en España.
De poco sirve una educación superior de primera si los titulados se quedan frustrados en sus expectativas profesionales. La pelota está en el tejado de las instituciones, pero más aún en el tejado del sector privado. El conocimiento en sí no es suficiente, hay que aplicarlo.tades para crear empresaedores.laciriesgo»tores necesarios es que «
(Para otros comentarios sobre el informe, leer aquí)
(*) Dr. Robert D. Atkinson es el Presidente de la Information Technology and Innovation Foundation.
(**) Scott M. Andes es un economista, asistente investigador de la citada Fundación.
(***) La Fundación Tecnología de la Información y de la Innovación (Information Technology and Innovation Foundation – ITIF) es un “think tank” sobre política pública, sin ánimo de lucro y no partidista, con sede en Washington D.