Una reflexión de Antonio Duato, miembro de nuestro ICARO Think Tank, sobre el histórico acuerdo publicado ayer entre Estados Unidos y Cuba.
El Papa tiene en su escudo dos palabras: misericordia y elección (miserendo atque eligendo). Su intervención en la histórica caída del muro del Caribe creo que es una prueba de que las dos cualidades (corazón en su forma de mirar la realidad y sabiduría en la elección de los medios de actuar para transformarla) están determinando todo el pontificado del Papa Francisco.
Ya los Papas anteriores se habían abierto a Cuba, pero en Francisco parece que ha primado el romper el bloqueo que atenazaba a los cubanos para aliviar la situación de pobreza de éstos sobre el deseo de conseguir medios y visibilidad para la Iglesia católica. Estos días se habla de que un éxito del Papa Benedicto, que celebró su 81º cumpleaños en la Casa Blanca, fue conseguir que en Cuba se hiciera oficialmente festivo el viernes santo. Francisco ha demostrado estar más atento al sufrimiento del pueblo que a la exaltación de la Iglesia.
Pero si la inteligencia cordial de Francisco está fuera de duda, lo que a veces muchos hemos temido es que no la acompañase también una inteligencia astuta para encontrar los medios con que llegar a ser efectivo en la resolución de los problemas. La astucia dirigió al Papa Roncalli a elegir el proyecto de un concilio ecuménico y a defender la libertad en el seno del mismo como estrategia fundamental para cambios de la Iglesia y, en cascada, en la sociedad. Pero creo también que en Francisco, a pesar de fallos aparentes que pudieron aparecer en los primeros momentos, está brillando una extraordinaria sabiduría en el cómo elegir y cómo hacer las cosas.
Y una de las más sabias elecciones de Francisco, a mi parecer, fue la de poner al frente de la diplomacia vaticana y del futuro gobierno colegial de la Iglesia, que está remodelando, a una persona como Pietro Parolin. De origen humilde, sencillo, discreto, joven (aún no llega a los 60 años), inteligentísimo y alejado de todas las rencillas vaticanas, Parolin va demostrando tener un corazón y una habilidad que le van a ser muy necesarias al Papa de la misericordia. Y este éxito de ayer no va a ser único. Su lenguaje corporal, como hoy se dice al rostro y actitud, en aquel discurso en que Hugo Chaves arremetió contra el cardenal venezolano Urosa, a la vez que se declaraba seguidor de Cristo, me impresionaron en su día, sin presentir hace cuatro años a dónde iba a llegar ese desconocido nuncio. Hace dos semanas dirigió a periodistas un importante discurso sobre el diálogo.
Si es verdad que el Papa Wojtyla pudo ser pieza clave en la caída del bloque socialista, su acción se mantuvo en secreto –M. Politi y C. Bernstein revelaron muchos datos sobre ello en su libro de 1996–, y consistió más en el debilitamiento de una parte que en el diálogo y, desde luego, no llegó a obtener el reconocimiento público y oficial que ha obtenido en este caso la mediación del Papa Francisco. La mediación de Francisco se ha desarrollado con discreción pero ha sido reconocida públicamente por las dos partes, junto con la del gobierno de Canadá.
(Obama destacó la implicación «personal» del Papa Francisco en el proceso de negociaciones entre su país y Cuba para iniciar una normalización de las relaciones diplomáticas bilaterales)
Y, sobre todo, no creo que Francisco se haya comprometido con esta acción con contraprestaciones que frenen el impulso por la justicia contra la opresión mundial que produce el sistema económico neoliberal. Faltan pocos días para que se conozca el texto completo del mensaje del Papa en el día de la Paz, el 1 de enero, que este año será sobre cómo la esclavitud sigue hoy siendo propiciada y camuflada por muchas formas que derivan del sistema económico imperante.