Phillip Longman en su artículo de Foreing Policy de octubre-noviembre 2010, se pregunta cómo es posible que el mundo haya envejecido tanto y tan deprisa. Y realiza un análisis de sentencias difundidas que parecen definir la situación, a las que él apostilla con su tesis. Veamos sus reflexiones:
«El mundo se enfrenta a una explosión demográfica» a lo que Logman contesta: Sí, pero de ancianos. Porque en los años 70 se preveía una prolongación del «baby boom» que iba a continuar hasta que el planeta sufriera una hambruna generalizada. Cosa que no sucedió. Por el contrario la tasa de crecimiento de la población bajó del 2% en la década 70-80, a menos de la mitad hoy en día. El principal problema que contemplan los demógrafos no es que haya demasiada gente en el planeta, sino que hay demasiado poca.
«El envejecimiento es un problema de los países ricos» y Logman dice: No. Se creía en la Antigüedad, desde Tácito y Cicerón en Roma hasta Ibn Jaldún en el medievo árabe, que el envejecimiento y el declive de la población eran propios de sociedades que habían alcanzado un alto nivel de opulencia. Sin embargo hoy vemos lo que los expertos llaman «fertilidad por debajo del recambio», que apareció en Escandinavia en los 70, extendiéndose con rapidez al resto de Europa, Rusia, la mayor parte de Asia, gran parte de Latinoamérica y así hasta 59 países en los que en la actualidad nacen menos niños de los necesarios para sostener sus poblaciones. De ellos 18 están entre los países en desarrollo, es decir, no son ricos.
«Occidente está condenado a la decadencia por la demografía» a lo que Logman responde: Tal vez. Los que predicen un siglo asiático no se han hecho a la idea de que la región se aproxima a una era de «hiperenvejecimiento». Corea del Sur y Taiwan tiene unos índices de natalidad de los más bajos del mundo y van a empezar a perder población de aquí a 15 años. China, con su estricta política de un hijo solo y su bajísimo índice de nacimientos, está conviertiéndose en lo que se llama una sociedad «4-2-1», es decir, un solo hijo tiene que responsabilizarse de mantener 2 padres y 4 abuelos.
«Los viejos trabajarán más tiempo» y Logman añade: Pero sólo si tienen buena salud. Un informe reciente de la Comisión Europea señala que aumentar la oferta de empleo a tiempo parcial no sólo contribuiría a retrasar la jubilación sino que podría ayudar a aumentar los índices de natalidad, al facilitar la tarea de compaginar trabajo y vida familiar. También promover unas dietas más sanas alargaría enormemente la esperanza de vida, igual que construir o conservar comunidades en las que sea posible hacer todo a pie.
«Un mundo de ancianos será más pacífico» pero Logman piensa que No necesariamente. Algunos estrategas pronostican que se aproxima una «paz geriátrica» y basan su argumento en que las sociedades dominadas por ciudadanos de mediana y avanzada edad son más reacias a correr riesgos y están más preocupadas por cuestiones prácticas que por ideologías violentas. Se menciona siempre Japón como ejemplo de sociedad más estabilizada y pacífica a medida que envejecía. También la Europa occidental que sufrió muchos disturbios con su generación del 68, a medida que éstos han envejecido y han tenido pocos hijos, los programas políticos y sociales europeos se han hecho mucho menos radicales.
«Un mundo gris será un mundo más pobre» y Logman concluye: Sólo si no hacemos nada. Un planeta que envejece de forma indefinida no tiene más remedio que acabar teniendo problemas. Pero la natalidad no tiene por qué disminuir sin remedio. Una solución es la que podría llamarse la vía sueca: una amplia intervención del Estado para mitigar las tensiones entre el trabajo y la vida familiar con el fin de permitir a las mujeres que tengan más hijos sin sufrir grandes reveses económicos. Sin embargo, hasta ahora, los países que han utilizado este método han tenido escaso éxito. En el otro extremo está la que podríamos llamar la vía talibán: un regreso a los valores tradicionales, según los cuales las mujeres tienen pocas opciones económicas y sociales más allá de la maternidad. Esta mentalidad puede contribuir a unas tasas de natalidades elevadas, pero con unas consecuencias que hoy son inaceptables para todo el mundo menos para los fundamentalistas más estrictos.
¿Existe una tercera vía? Sí, señala Phillip Logman, aunque no estemos muy seguros de cómo ponerla en práctica. Se trata de restaurar una verdad que era evidente en la época de las granjas y las pequeñas empresas familiares: que los niños son un activo, no una carga. Si no, la alternativa si va a ser verdaderamente pobre y gris.
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Buenos razonamientos. Me hago una reflexión, que no es solo mía. Leopoldo Abadía, el “gurú” economista, dice sobre lo de aumentar la edad de jubilación que está de acuerdo pero no como medida generalizada. Que para alguien que ha estado picando piedras toda su vida la jubilación le viene como un regalo. Pero a otros, que están muy bien mentalmente y físicamente (salvo ciertas limitaciones normales por la edad), y que lo quieren, como muchos profesores eméritos, científicos, etc., hay que dejarles seguir trabajando. Y sobre todo no discriminarlos por razones de edad, que esto es contrario a la Declaración de los Derechos Humanos. Por otra parte mucho queda por hacer en la educación de la juventud, que no es solo enseñanza, para que no se hable tanto de la generación “nini”. Las cifras de natalidad son cifras, solo cifras. Lo que cuenta es que tengamos niños que se conviertan en personas responsables. No que abandonen la escuela antes de terminarla. O que dedican sus fines de semana al botellón, y no quieren salir de casa de sus padres. Estos no serán los que sustentan a los mayores que ya no pueden trabajar.