Como avanzábamos en el primer artículo dedicado al informe “Empleo y Progresos Sociales en Europa: Jóvenes europeos: empleo y retos sociales«, los jóvenes se tienen que enfrentar a una serie de obstáculos específicos que han hecho de ellos uno de los colectivos más perjudicados por la pandemia. Algunos factores clave para este colectivo, como la educación y la posibilidad de encontrar su primer trabajo, han sufrido cambios en este tiempo. La edad media con la que esta generación acaba su periodo educativo ha aumentado, y el proceso de entrada al mercado laboral por primera vez es más tardío ahora que en épocas pasadas.
No solo han surgido dificultades económicas y laborales durante la pandemia. Los resultados del informe aseguran que la salud mental de la juventud también se ha visto afectada estos últimos años. En términos relativos, los jóvenes han sufrido más pérdidas de empleo y reducciones de sus horas de trabajo. Hacer frente a los pagos y alquileres ha sido cada vez más complicado; esto explica que haya aumentado la preocupación por su presente y futuro.
Uno de los ámbitos más problemáticos es el de la vivienda. Los datos muestran que hay una mayor desigualdad de ingresos y volatilidad, lo cual explica no solo la preocupación entre los jóvenes, sino también su menor participación en los datos de propietarios de viviendas. Es importante mencionar también que la desigualdad de ingresos afecta especialmente a las mujeres, que sufren la brecha de género ya desde el comienzo de sus trayectorias profesionales. En total, existe un 7,2% de brecha en las primeras etapas laborales, datos que empeoran a medida que las mujeres avanzan en sus carreras.
Estos datos nos dan una buena idea de por qué las generaciones jóvenes se ven más afectadas por la precariedad y son más vulnerables en caso de recesión. Acceder al mercado laboral y mantenerse en él de forma estable son grandes desafíos para la juventud en contextos de crisis económica. Si estas crisis se prolongan en el tiempo, pueden generar dificultades a largo plazo en la proyección laboral de los jóvenes, ya que estos son quienes más sufren las variaciones cíclicas del empleo.
El mismo informe añade otro factor a tener en cuenta: las desventajas socioeconómicas afectan negativamente a las posibilidades de acceder al mercado de trabajo y aumentan la probabilidad de acabar en una situación en la que ni se estudia ni se trabaja. Además de estas desventajas, los antecedentes familiares influyen en los resultados observados en términos de empleo e ingresos disponibles. En total, alrededor del 75% de la desigualdad de oportunidades se explica por la situación heredada por el contexto parental.
Como nota esperanzadora, y a pesar de las múltiples dificultades y barreras que hemos comentado, las encuestas muestran que la juventud sigue manteniendo un nivel de optimismo y confianza en los gobiernos mayor que otros colectivos. Entre las actuaciones que ellos consideran prioritarias, destacan en primer lugar las políticas de reducción de la pobreza y la desigualdad social (40% de los encuestados), seguidas por las actuaciones para contrarrestar el cambio climático y proteger el medio ambiente.
Teniendo en cuenta sus preocupaciones, parece evidente que la transición verde podría ser uno de los principales motores del crecimiento europeo, lo que aseguraría además la creación de empleos atractivos para los jóvenes. Precisamente con la intención de otorgarles protagonismo a la hora de reconstruir Europa tras la pandemia, el Año Europeo de la Juventud impulsa iniciativas para concienciar sobre los desafíos y preocupaciones que afectan a las generaciones más jóvenes.
El Informe sobre Empleo y Progresos Sociales concluye con unas reflexiones interesantes, que acaso podrían marcar el camino a seguir por las actuaciones futuras. Además de las políticas gubernamentales, los actores sociales deberán tomar importancia para apoyar a los trabajadores y las empresas en su recuperación post-pandemia. Se están impulsando iniciativas de este tipo tanto a nivel nacional como europeo, pero será necesario no abandonar los esfuerzos puestos en marcha. Los actores con conocimiento directo de los sectores clave deberán anticiparse a las necesidades del mercado de trabajo, adaptándose por ejemplo a nuevos modelos de organización y comunicación de sus actividades. Con la acción conjunta de gobiernos, empresas y sociedad civil, y siempre teniendo en cuenta los obstáculos específicos a los que se enfrentan los diferentes colectivos, quizá se pueda conseguir una recuperación satisfactoria.