Según Geoff Colvin para destacar no es absolutamente necesario tener un talento innato, o por lo menos no es suficiente. Tiene que ir acompañado con el esfuerzo. La grandeza se consigue con la práctica y la perseverancia. Trabajar de una manera muy específica. La clave del éxito es cómo practicas, cómo analizas los resultados de tus progresos y aprendes de tus errores. Por eso hay pocos entre los que tienen talento que destacan sobre los demás. Geoff Colvin cita como ejemplos celebridades como Mozart, que tenía un talento innato, pero se convirtió realmente en un genio por su constante trabajo desde niño, teniendo como maestro y mentor a su padre Leopoldo. O como el campeón de golf Tiger Woods, que también empezó a una edad muy temprana a entrenarse intensivamente. Bill Gates, que hice su primer trabajo de software a los 13 años, y otros ejemplos más.
Geoff Colvin recuerda que, cuando en los años 70-80 surgieron los ordenadores y la informática, muchos vaticinaron que las máquinas iban a sustituir a las personas en las fábricas y esto iba a aumentar el paro. Pero luego la estructura económica se adaptó de algún modo y se crearon nuevos tipos de trabajo y empleo. Sin embargo volvieron las dudas y las estadísticas de los EEUU muestran que a partir de 1990 el paro de la gente, que históricamente había sido más empleada (de edades entre 25 y 54 años), ha aumentado desde el 8% hasta el 11,5% en 2014.
Hasta ahora la mayoría de los economistas creyeron que la culpa la tiene el avance tecnológico. Que la tecnología hace más trabajos mejor que las personas. Que los robots harán el trabajo mejor que los humanos y por lo tanto dejarán a muchos sin trabajo. Geoff Colvin da como ejemplos, entre otros: la Universidad de California en Berkeley en la que se están haciendo pruebas con un robot que es capaz de identificar un tejido cancerígeno, de cortarlo y eliminarlo, y el ejemplo de Google que ha desarrollado un vehículo sin conductor.
En resumen: El capital humano no es la tecnología. El capital humano es “ser humano”. Y el talento, si no se desarrolla adecuadamente y constantemente, tampoco forma parte del capital humano.