En septiembre de 2002 tuvo lugar un Encuentro sobre «La profesión de profesor de universidad», organizado por la Cátedra UNESCO de Gestión y Política Universitaria de la
En el Capítulo 2 del libro está recogida la ponencia que presentó Ricardo Díez Hochleitner, Presidente de Honor del Club de Roma y miembro de la Comunidad Internacional de Expertos de NSF. Su título: El Profesor Universitario cara al Futuro. (Para ver el texto íntegro, hacer clic en el título). Sitúa al profesor universitario como artífice central para conseguir la calidad universitaria requerida por el Proceso de Bolonia.
Desde el principio de su intervención Ricardo Díez Hochleitner dijo: “Mi convicción personal es que el perfil del futuro profesor universitario debe acomodarse a las exigencias del mañana partiendo de los profundos cambios en curso que ya afectan y afectarán cada vez más a la universidad y a la sociedad en general, además de recuperar las esencias de la universidad en sus orígenes. El profesor universitario se ha visto en el pasado como maestro, guía e inspiración para investigar y acceder al saber. Hoy en día se le reconoce, sobre todo, como transmisor de conocimientos y del saber hacer para el logro de una profesionalización de los alumnos, mientras se plantea, cara al futuro, recuperar un perfil con énfasis en su papel como maestro y tutor, tanto para la investigación pura y aplicada como para una formación continua, en estrecha conexión con la sociedad y con visión de futuro.”
Después de describir la problemática del contexto social y político de hoy, se quejó de “que sean ya muchas las Universidades que se han convertido en buena medida en simples centros distinguidos de educación postsecundaria, con énfasis en una formación profesional superior, mientas desatienden su primordial actividad de investigación básica y aún aplicada desde una formación cultural humanista integral, es decir, interdisciplinaria, que abarque tanto las letras como las ciencias en un enfoque global o universal, como corresponde a la etimología de su nombre: Universidad, para liderar la solución de tantos problemas de presente y futuro.” Y que “el mundo universitario parece rehuir o sustraerse de una visión prospectiva y global de los problemas que atañen a la Humanidad y a su respectiva sociedad, así como de la responsabilidad prioritaria en la búsqueda de posibles soluciones. Más aún, el enfoque de la misión de muchas universidades se ha reducido considerablemente en su alcance territorial y de su visión cultural, así como en el ámbito de la formación, con el resultado que de sus aulas sale un número creciente de titulados para ejercer profesiones liberales, mientras es cada vez menor el número de las vocaciones investigadores, docentes y de actividad intelectual humanista.”
Para Ricardo Díez Hochleitner, hay que definir un nuevo modelo “para una Universidad genérica con contenidos comunes a todas ellas, junto con elementos diferenciadores de acuerdo con la especificidad de cada Universidad. Y como denominador común: fomentar el pensamiento (“lo más noble y bello del ser humano” según Cervantes) y los contenidos del árbol de la ciencia, es decir, el saber literario, científico y tecnológico, desde la integralidad de la cultura. “
Todo esto pone mayores exigencias al profesorado: “En consecuencia, las responsabilidades de los profesores universitarios son crecientemente complejas y de mayor alcance, tanto en la enseñanza como en la orientación y en la formación anticipatoria, creativa e innovadora de los jóvenes actores de futuro”…… “También se impone y demanda cada vez más el asesoramiento de profesores universitarios a la Administración Pública, al Parlamento, a las empresas, a las Fundaciones, ONGs, etcétera”. ……. “la función clásica de transmisor de conocimientos ha de ser compartida cada vez más con la de educador, dedicando tiempo a la programación y evaluación de la enseñanza, desarrollando la capacidad creadora, la aptitud para el cambio, la plasticidad para la comunicación humana y el hábito para formular hipótesis, indagar, explorar, investigar y experimentar.” Por lo que el profesorado es “clave principal de la calidad educativa.”
Eso impone al profesorado una exigencia de cualidades personales mucho más allá del conocimiento de las materias científicas. El profesor debe tener “capacidad intelectual, que engloba aspectos tales como la claridad de ideas y expresión, aptitud para comunicar, serenidad de juicio, objetividad, imaginación, memoria, capacidad para analizar y sintetizar, además de su preparación cultural, que es en parte intrínseca a la persona pero también en gran medida adquirida gracias a la vocación y motivación personal acompañadas del esfuerzo personal.” El profesor debe tener una calidad ética-moral y un espíritu profesional ejemplares que son: “madurez afectiva, equilibrio interior y rigor moral; entusiasmo, iniciativa, motivación, perseverancia e idealismo; sentido de responsabilidad, solidaridad, justicia e imparcialidad; paciencia, prudencia, abnegación, firmeza, simpatía, optimismo y buen humor; o predisposición para el trabajo en equipo.”
Contrariamente a la “enseñanza” tradicional, los alumnos deben tener una parte activa para conseguir el “’aprendizaje autónomo’ o autoaprendizaje e incluso una enseñanza interactiva apoyada en el diálogo o, preferiblemente, en el ‘saber escuchar’».
A parte de las cualidades docentes y en el plano científico, Ricardo Díez Hochleitner, afirmó que “La formación científica es condición inexcusable para que los futuros docentes adquieran los conocimientos y las destrezas correspondientes a las materias y disciplinas que han de impartir. Tal formación debe implicar en todos los casos una formación cultural interdisciplinaria, humanista, científica y tecnológica, que enmarque y de sentido a la propia especialidad y a su propia labor investigadora, a ser posible también con visión prospectiva, además de educar para una sólida formación cultural a la vez que forme para la vida activa y ciudadana. La necesidad de tal interdisciplinariedad se pone de manifiesto cada vez más.”
Hay que reconocer que estas mayores exigencias no pueden separarse de unos derechos del profesorado, que han quedado un poco en el olvido. Ricardo Díez Hochleitner lamenta que la lista de funciones y deberes rara vez está acompañada “de una lista de derechos y, menos aún, de asignaciones presupuestarias efectivas o de nuevos medios materiales puestos a disposición del profesorado, junto con orientaciones metodológicas y didácticas, así como de la oportunidad de adquirir una sólida formación en nuevas tecnologías, además del correspondiente estímulo y reconocimiento social para inducir y coadyuvar a la aplicación efectiva y eficaz de cuanto contribuya a una docencia e investigación de la mayor calidad posible. “ y de compensaciones personales correspondientes que aparte de la remuneración salarial incluyen: “prestaciones sociales en el campo de la sanidad, de la formación en servicio (incluidos año sabático y becas de estudio, junto con actividades culturales y científicas), de la jubilación, etc.”
El ponente sacaba, entre otras, la conclusión que “la Universidad tiene que ser consciente, de que no es sólo objeto de posibles cambios en el contexto actual sino que es, a su vez, instrumento fundamental para orientar el cambio y para superar muchas de las crisis que sufre la sociedad. Aunque no es la panacea que puede garantizar a todos un provenir dichoso, sí es la institución que más puede contribuir a preservar y a mejorar la calidad de vida de su entorno, así como a acrecentar el futuro material y espiritual de la Humanidad.”
Ricardo Díez Hochleitner terminó su conferencia con esta frase elocuente, que hemos citado al principio de este resumen, “El profesorado universitario es el que hace posible la Universidad de la que estamos orgullosos.”