El cambio climático, los problemas éticos ligados a la explosión de las nuevas tecnologías digitales y biomédicas, las actuales crisis económicas y políticas representan amenazas que se ciernen sobre el destino de la humanidad. Los especialistas estiman que, para hacer frente a esos desafíos planetarios, el principio de la interculturalidad debe constituir el fundamento del humanismo del siglo XXI. Necesitamos un nuevo humanismo que pueda responder a las necesidades del creciente número de comunidades constituidas por culturas diferentes.
En su último número, la revista «El Correo de la Unesco» publica un monográfico sobre el gran tema trabajado por UNESCO en 2011: Hacia un nuevo humanismo y una mundialización bajo el signo de la reconciliación. Bajo el título «El Humanismo, una idea nueva» varios expertos procedentes de diversos países del mundo reflexionan sobre el proyecto humanista que adquiere hoy en día una dimensión universal sin precedentes. NSF quiere acercaros las opiniones de estos autores comenzando por un extracto del discurso Por un mundo armonioso de Liu Ji, presidente honorario de la CEIBS (China Europe International Business School) y ex vicepresidente de la Academia china de Ciencias Sociales.
La sustancia del nuevo humanismo, en opinión de Ji, no puede sino enriquecerse con las aportaciones de la cultura china. Con la evolución a un ritmo vertiginoso de la sociedad humana, la construcción de un mundo armonioso, que desde hace mucho tiempo es el ideal universal de la humanidad, exige la aparición de un nuevo humanismo. Por eso las prácticas de la milenaria cultura china pueden considerarse como un modelo para el desarrollo de un nuevo humanismo.
La larga historia de China siempre se ha basado en la virtud personal y social que ha guiado a la gente en su vida cotidiana, así como en la conciencia interior para normalizar el comportamiento social. Por el contrario, la civilización occidental canaliza el comportamiento social con ayuda de poderes exteriores, basados en el razonamiento científico, de ahí la primacía de la ley.
La dicotomía entre la civilización china y la occidental es muy similar a la de los dos hemisferios del cerebro humano: el izquierdo es el asiento de la lógica, y el derecho, el de las emociones. Solo cuando ambos hemisferios funcionan al unísono, su potencial puede expresarse en toda su plenitud. Así la lógica y el afecto deberían pues asociarse para crear una representación a gran escala del nuevo humanismo. Esta armonía inspira un comportamiento individual “de buen temperamento“ en el orden social chino.
Los chinos creen que alcanzarán la prosperidad si viven en armonía. La etiqueta, en las relaciones profesionales, descansa en la noción de “armonía fuente de riqueza”. En la gobernanza del país, la armonía es la meta final, mientras que la sociedad occidental cree en la “supervivencia del más apto” y en la ley de la selva, donde “los más débiles son víctimas de los más fuertes”. La armonía también se aplica a la relación de unidad ideal entre el hombre y la naturaleza de la que forma parte y cuyas leyes ha de respetar. Tenemos que observar pues la naturaleza humana para aprender a mejorarla y respetar los valores fundamentales de la cultura china como la virtud, el afecto, la armonía y el amor.