Finalizamos con la serie de consejos de Nieves Maya sobre cómo cuidar nuestro cerebro para mejorar el aprendizaje
EJERCICIO MENTAL PARA APRENDER.
El cerebro se desarrolla paulatinamente en función de la estimulación recibida y el desarrollo más significativo se da en los primeros años de vida, creándose el mayor número de conexiones sinápticas y seleccionando las más necesarias (en un principio para la supervivencia y, posteriormente, para satisfacer otras necesidades más secundarias).
El ejercicio y la estimulación sistemática, constante y diaria de los procesos básicos de conocimiento son fundamentales y necesarios para estar en condiciones óptimas de asimilar nuevos aprendizajes.
La capacidad de aprender se mantiene durante toda la vida, pero hay que cuidar sus mecanismos para que no se anquilosen. Según dicen algunos expertos el declive del cerebro comienza inmediatamente después de haber conseguido su pleno desarrollo (alrededor de los 30 años), pero es a partir de los 50 años cuando la densidad neuronal, las conexiones existentes o la capacidad de crear otras nuevas se debilita de una manera más notable.
Mantener una vida activa en todas las dimensiones de la persona: individual, social y trascendente permite que la disminución de la capacidad cerebral sea paulatina (en muchos casos inapreciable) y se puedan compensar algunas deficiencias (que afectan a los neurotrasmisores y que hacen que el aprendizaje sea menos eficaz) con la experiencia y con el entrenamiento.
Son muchas las actividades que favorecen el mantenimiento de un “cerebro en forma”, además de los hábitos básicos que se han comentado en otros capítulos, podemos añadir otras muchas, a modo ilustrativo:
– Aprender algo nuevo todos los días (por ejemplo, un idioma, un instrumento musical, viajar,…)
– Mantener una actividad social con amigos, familia, grupos de referencia,…
– Ver la vida con agradecimiento y de forma positiva…
Es una realidad en la mayoría de los casos, que conseguir que el cerebro funcione adecuadamente está en las manos de cada uno, es decir, es una cuestión más relacionada con los hábitos de vida que con la genética.
EQUILIBRIO EMOCIONAL PARA APRENDER.
Aprender tiene una base emocional que no se puede obviar: sólo aprendemos aquello que nos motiva, nos interesa y nos emociona. Por lo que es fundamental cuidar el entorno para que sea siempre un entorno adecuado de aprendizaje.
El aprendizaje humano se da en cualquier circunstancia, pero es en la familia y en la escuela donde la persona hace los primeros y los más importantes. Por ello, es precisamente en estos dos ámbitos donde hay que cuidar especialmente que el ambiente sea emocionalmente estable, agradable y enriquecido con los estímulos adecuados en cantidad, calidad y tiempo.
Esto supone mantener un equilibrio entre los estímulos a los que se le expone al individuo. Por ejemplo, una sobreestimulación o un ambiente muy alterado emocionalmente hablando, puede conseguir un efecto contrario, es decir, bloquear el aprendizaje. puesto que genera estrés. El estrés disminuye la función del hipocampo (donde se ubica la memoria y el nacimiento de nuevas neuronas), también reduce la plasticidad cerebral (capacidad de adaptación) y, asimismo, disminuye el control de las emociones.
Desde el punto de vista más educativo, tanto en casa como en la escuela, es imprescindible crear en los niños valores estables, conscientes y prioritarios. Para ello, deben estar claros y ser compartidos entre ambas instituciones. Además es importante que el entorno facilite la expresión de emociones y de sentimientos, puesto que recibir una retroalimentación de lo que uno expresa y siente es fundamental para el desarrollo como personas.
En este apartado estamos entrando ya en aspectos más relacionados con la mente y la consciencia, que, aunque dependen directamente también del desarrollo y el cuidado del cerebro, añaden otro componente más intangible y sería tema de otros capítulos.