por Ricardo Díez Hochleitner, Presidente de Honor del Club de Roma, Vicepresidente del Patronato de la Fundación Santillana, Miembro de la Comunidad Internacional de Expertos de NSF (*)
(Original publicado en el Boletín Conmemorativo del 25 Aniversario de NSF, enero 2006, nº11)
La reflexión esencial que tenemos que hacernos es: ¿Qué educación y qué oportunidades de aprendizaje queremos ofrecer y para qué sociedad de futuro? De otro modo, los esfuerzos en favor de este sector pueden ser fuente de graves frustraciones. Por de pronto, no queremos una educación egoísta, para unos pocos, para los ya más favorecidos, para grupos dominantes, para el imperio de una determinada civilización, sin la debida consideración para con las numerosas identidades culturales existentes, o para el uso en exclusiva del conocimiento más avanzado y de las tecnologías más novedosas al servicio de unos pocos cada vez más ricos y más insensibles a la pobreza circundante que avanza sin cesar.
Lo que queremos es una educación para la paz, para la convivencia democrática en libertad, para aprender a compartir, para la modernidad y el progreso que permita un desarrollo sostenido y sostenible a largo plazo. La escuela del mañana tiene que ser instrumento para la convivencia y el diálogo inter-social e intercultural – y no sólo para el aprendizaje – si quiere acercarse al alma de la educación, es decir, a la formación de los niños y niñas en hombres y mujeres de bien, despertando la responsabilidad y la colaboración en un esfuerzo colectivo a favor de una vida digna, además del empeño en conseguir logros intelectuales o profesionales. Sólo de este modo cada centro educativo será un lugar abierto y multicultural para la formación de ciudadanos.
Queremos una educación humanista que forme sobre nuestros orígenes, devenir, realidad presente y futuro posible además de deseable, es decir, una educación que permita alcanzar una cultura integral, tanto literaria como científica y tecnológica. Tal es lo que constituye el entramado del mundo del hoy y del mañana.
Tenemos necesidad de una educación que permita hacer buen uso de la información para acceder al conocimiento y llevar a cabo acciones inspiradas en valores éticos y morales, desde las creencias e ideologías que cada cual decida libremente adoptar y ejercer coherentemente a lo largo de la vida. La educación es, al fin y al cabo, la suprema contribución al futuro del mundo y de cada cual.
De cuanto he dicho se deriva que necesitamos una educación y un aprendizaje al alcance de todos y a lo largo de toda la vida. Una Educación para Todos como se ha proclamado insistentemente desde los foros de la UNESCO. Se trata de lograr que todos podamos formarnos, educarnos, instruirnos y entrenarnos profesionalmente, además de actualizarnos y de perfeccionarnos permanentemente, para así poder vivir en plenitud y con dignidad. Se trata de servir así también a los demás, tanto a los que nos son más próximos como también a los que están más distantes de nosotros, con espíritu de solidaridad y de mutuo respeto, empezando por facilitar una igualdad de oportunidades en el acceso al conocimiento, incluso al conocimiento más avanzado. Esa es la educación y el aprendizaje que necesitamos para cada persona; para los miembros de cada familia; para los ciudadanos de cada pueblo o ciudad, de cada región de la respectiva nación a la que pertenecemos; para cada comunidad supranacional que vaya surgiendo; y para todo ese mundo en paz y bienestar que puede surgir y debe surgir si, entre todos, procuramos honestamente lograr un nuevo orden mundial justo y viable.
(*) Ricardo Díez Hochleitner es también Miembro del Comité Ejecutivo del Club de Roma; Miembro del Consejo Directivo del Instituto Internacional IDEA (Estocolmo) para la Democracia; Miembro del Consejo de la Fundación Independiente; del Consejo Nacional de Mayores; de FUNDES; de la Fundación para una Cultura de Paz; del Consejo Asesor de FRIDE; etc.