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Competir o convivir. ¿Para qué sirve la ética?

Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía Política en la Universidad de Valencia, acaba de publicar dos obras de ética y filosofía tituladas «¿Para qué sirve la ética?» (Paidós) y «Neurofilosofía práctica» (Comares) del que es editora y coordinadora junto a otros autores. Con este motivo Babelia de El País le hace una entrevista el pasado fin de semana que conviene reproducir en este Blog, porque sus respuestas coinciden plenamente con el enfoque del pensamiento Ícaro de la Fundación Novia Salcedo.
 
 
Adela Cortina ha pretendido en su primer libro responder a la pregunta de para qué sirve la ética y ha titulado sus nueve capítulos con formulaciones claras comenzando por «sirve para». Su punto de partida es que todos los seres humanos somos necesariamente morales. Morales o inmorales, pero no amorales. De hecho, señala que desde Grecia y los clásicos lo que se ha intentado es sacar partido de esa manera de ser moral del modo más inteligente posible. Y aterrizando la idea a nuestro momento está convencida de que si nos hubiéramos comportado éticamente, no tendríamos una crisis como la actual.
 
El ser humano es persona en sociedad y la afirmación según la cual hay individuos aislados que deciden sellar un contrato no deja de ser una hipótesis liberal ficticia. No existen individuos aislados sino personas vinculadas a los demás seres humanos, es decir, en relación política. Y aquí vuelve el tema de la ética destacando que en una sociedad en la que las gentes actuasen con responsabilidad y atendiendo al bien común se estaría mucho más preparado para evitar crisis como la actual. Si se vive éticamente, se reducen los gastos, sin necesidad de recortes: hay relaciones de confianza, hay relaciones de construcción común, todo resulta mucho más barato en dinero y el excedente puede invertirse en lo que realmente importa.
 
Cortina está en desacuerdo con la propuesta capitalista según la cual la base de la conducta humana es solo el afán de lucro. Optar por el máximo lucro es poco inteligente porque fuerza el egoísmo, que solo es uno de los aspectos del ser humano, cuando sin embargo se está preparado de una forma natural para la cooperación y el cuidado. La propuesta capitalista está por tanto radicalmente equivocada, porque lo que demuestra -cada vez más- la biología evolutiva y las neurociencias es que los seres humanos estamos biológicamente preparados para cuidar y para cooperar. El problema es saber qué triunfará, si el impulso egoísta o el cooperativo. Ahí está el dilema.
 
Analizando la tendencia en Europa y en España concretamente según la cual el cuidado de las personas es algo que se compra y se vende, Adela manifiesta su oposición. Se trata de bienes básicos que tienen que estar al alcance de todos, señala. Y es que efectivamente los primeros recortes han sido para la dependencia, la sanidad y las pensiones. Justo para el mundo de los más desprotegidos, de los que precisan mayor cuidado. Son medidas injustas porque afectan a los más vulnerables. La ética sirve, entre otras cosas, para recordar que hay que saber priorizar y que los peor situados han de estar en el primer lugar.

Entre los valores éticos, Cortina destaca la confianza como uno de los más importantes recursos morales. La confianza es un recurso moral básico y la ética sirve, una vez más y entre otras cosas, para promover conductas que generen confianza. Porque en una sociedad impregnada de confianza es mucho más fácil que las gentes puedan desarrollar sus proyectos de vida feliz. La confianza hay que conquistarla solidariamente, lo mismo que hay que conquistar solidariamente la libertad para alcanzar un cambio colectivo. Hay muchas voces en la sociedad tratando de contribuir a que se logre una sociedad justa. Porque no es admisible que en España haya gente por debajo de los límites de la pobreza, o que se haya olvidado la ayuda a la cooperación. Las injusticias son inmorales y es necesaria una reflexión social sobre qué valores merecen la pena. Parece que todos estamos de acuerdo en que es mejor la libertad que la esclavitud, la igualdad que la desigualdad, la solidaridad que la insolidaridad, el diálogo que la violencia… pero a la hora de la actuación la realidad es muy distinta. Es preciso decidir si queremos estos valores, si queremos legislar para defenderlos, y si queremos incorporarlos a través de la educación. Esto es crucial, porque la educación no puede consistir en formar personas competitivas, sino en educar ciudadanos justos, buenos profesionales y personas capaces de proponerse metas vitales felicitantes.

En una sociedad alta de moral se trabaja activamente por respetar la dignidad ajena y la propia dignidad, concluye Adela Cortina. ¡ Totalmente de acuerdo contigo, querida Adela !

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