“En el régimen de Ben Alí los jóvenes nos habíamos convertido en sus víctimas más vulnerables. En vez de ser el motor de la economía nacional, éramos sus víctimas. La educación de Túnez con la reputación de ser una de las mejores del continente africano no estaba adaptada a las necesidades de un mercado de trabajo en constante evolución, además el régimen no permitía acceder a un empleo y conservarlo, porque en las empresas no existía una formación permanente que permitiera a los empleados actualizar sus conocimientos. Para los jóvenes graduados la precariedad del empleo es una plaga tan grande como la imposibilidad de encontrar trabajo. Yo me pregunto si hay una sola familia en el país que no tenga como mínimo a un joven graduado desempleado”.
Estas son las palabras de Emna Fituri, una estudiante tunecina, que define la revolución de enero de 2011 como “un acto de supervivencia” en una entrevista realizada para el correo de la Unesco de julio-septiembre, y dónde encontramos un compendio de artículos sobre iniciativas juveniles dónde la solidaridad es un denominador común destacable de todas ellas.
Unesco, siempre comprometida con la juventud y su capacidad de cambio, nos recuerda que los jóvenes son un tercio de la humanidad (suman más de mil millones en todo el mundo, y viven en su mayoría en países en desarrollo), y que éstos se han percatado de que los adultos les están legando una onerosa deuda, económica y ecológica a la vez.
Son los rasgos compartidos de una generación, los cuales traspasan fronteras, y con más o menos diferencias, están movilizando a la juventud en diversas partes del planeta.
Por ejemplo, en Japón, hace ya tiempo que los jóvenes empezaron a cuestionar las ventajas que puede aportar una sociedad obsesionada por el crecimiento económico. Una alarma que se incrementó el pasado mes de marzo cuando el país fue azotado por el terremoto y el tsunami, a raíz de la cual algunos abogaron por un cambio profundo del sistema de valores imperante para dar prioridad al bienestar social y la solidaridad.
Para los jóvenes japoneses como Yuki Amagai, un estudiante de 23 años entrevistado también en este número, el PIB ya no puede ser el principal indicador de prosperidad: “nuestra actividad económica era desmesurada e incontrolada. Desde que era pequeño tuve la impresión de que todo lo que rodeaba era excesivo. Admito que el dinero es necesario para vivir, pero no es algo que pueda satisfacer mis necesidades profundas. Lo que más me interesa es discutir qué podemos hacer para mejorar nuestra sociedad, sobre todo el medioambiente y movilizar a la gente para que pase a la acción”.
Este discurso también es compartido por los jóvenes “indignados” españoles, y nos advierten que la realidad de los jóvenes en el mundo no puede ser justificada por la actual crisis económica, ya que en los años de bonanza económica había claros indicadores que alertaban de que algo no funcionada. Fue en agosto de 2005 cuando una joven barcelonesa acuñó el término mileurista en una carta al director publicada en el diario El País. La palabra describía al joven español, titulado universitario, con idiomas, en muchos casos incluso con un master, y que apenas cobraban mil euros al mes.
Este es el estigma de los jóvenes españoles que, a pesar de estar mejor preparados que nunca se sienten maltratados por el mercado laboral e ignorados por el sistema. No muy lejos del caso tunecino…
Se tiende a afirmar que los jóvenes de hoy son apolíticos sin embargo un examen más profundo, como el que realiza Unesco, nos demuestra que la realidad es más compleja de lo que parece. Es la situación de falta de apoyo del sistema a los jóvenes la que provoca la gran pérdida de confianza en los políticos y el escaso compromiso éstos con la política tradicional.
Por ello buscan nuevas vías de participación: Internet ha resultado ser un vector de democratización formidable en los países árabes y un instrumento que permite mostrar la diversidad de sus situaciones políticas y culturales.
En el caso de las revoluciones de la primavera árabe las redes sociales fueron el instrumento del que los jóvenes se sirvieron para precipitar el proceso de transformación de la sociedad, luchar contra el desempleo y otras formas de humillación, y exigir el respeto de la dignidad y los derechos humanos.
Pero también existen ejemplos de acción social fuera del ámbito de Internet, por ejemplo la creación de una ciclovía en Zapopan – Jalisco (México), el proyecto “tomemos parte” (Rep.Checa) o la red “Obami” (Sudáfrica).Todos proyectos creados por jóvenes y que nos muestran cómo éstos cambian el mundo.
Está claro el mensaje de los jóvenes. El problema es encontrar soluciones concretas a los problemas concretos y pasar a la acción para cambiar la situación. A corto plazo se pueden aplicar “parches” pero hay que pensar en el medio y largo plazo. Los propios jóvenes deberán ser artífices del cambio y los mayores deben ayudarles y facilitarles la tarea. Pienso no solo en la formación, sino también en el emprendizaje que, aparte de la formación técnica-profesional, necesita el fomento de la creatividad, del espíritu emprendedor, de la voluntad de perseverar, el hacer sacrificios. (Hay jóvenes que lo intentan con seriedad y que nos vienen a SECOT para pedir consejo). No se puede encontrar empleo si no hay empresas que lo den. En resumen hay que capacitarse para tomar su propio destino en sus manos. Con el apoyo de gobiernos y sociedad, para que los jóvenes se animen, porque los esfuerzos que encuentran paredes infranqueables conducen al desánimo. Los jóvenes tienen una ventaja sobre los mayores, dominan mejor las nuevas tecnologías. Les da una ventaja para innovar. Los mayores pueden aportar experiencia y ayudarles a reflexionar y analizar para corregir sus puntos débiles y reforzar sus puntos fuertes, para evitar tropiezos. Emprender necesita soñar, pero soñar no es suficiente.
La situación de los jóvenes es realmente penosa, estamos de acuerdo, pero también lo fue para los jóvenes alemanes después de la 2ª guerra mundial, o para los jóvenes españoles después de la guerra civil. Siempre han heredado los jóvenes la sociedad que han construido sus antecesores. Posiblemente, además, pensando éstos en dejar la mejor herencia para sus descendientes… Pero muchas veces las cosas no salen como uno se propone. Hay demasiadas variables que interfieren. Por eso creo que los jóvenes de hoy no tienen que pensar en la mala suerte que les ha tocado y esperar a que alguien les solucione la papeleta. Tienen que pensar en ser ellos los constructores del mundo que desean. Tienen que lanzarse a crear sus propias empresas (éticas, responsables, como a ellos les gusta) y tienen que buscarse su propio hueco en el mercado de trabajo. Este es el reto que les ha tocado vivir y este es el desafío al que no les queda más remedio que enfrentarse.