En este mismo lugar, el Papa Juan Pablo II celebraba la misa sobre un altar situado en una plataforma móvil de cara a los fieles.
Fuentes del Vaticano señalan que Benedicto XVI quiso utilizar el antiguo altar para respetar la belleza y la armonía del lugar. Y celebró la misa en latín, dando así sentido a su decreto personal de julio de 2007 en el concedía una prueba a los tradicionalistas católicos, que hacen de la misa en latín de espaldas a la asamblea un símbolo de su hostilidad hacia los cambios del Concilio Vaticano II: reconocimiento de la libertad religiosa, diálogo ecuménico e interreligioso, apertura de la Iglesia…
El Papa interviene regularmente en los debates de la sociedad, mostrándose vivamente opuesto a las reformas emprendidas en Italia, España o Polonia sobre la interrupción voluntaria del embarazo, la ley que acelera los procedimientos de divorcio, la eutanasia o las manipulaciones sobre los embriones.
Sobre esa foto del Papa actual, volviendo la espalda a los files, con la excusa de centrar la atención en Dios que está «allá arriba» he pensado mucho pues tiene gran carga simbólica. ¿A dónde va la Iglesia que pretende ser católica, es decir universal, con esta gran contrarreforma para volver a antes del Vaticano II? Se quedará siendo una secta, enorme, la más grande, pero una secta. No fermento de humanidad. Lo siento. Todos vamos a perder con ello.
¿Habrá servido al menos para recibir el mensaje humanista del laico Miguel Ángel que humaniza a Jesús más que todas las bienvenidas teologías a lo Pagola? Me temo que no. Creo que el papa y los cardenales de ahora añoran el poder perdido de los eclesiásticos del renacimiento pero no acogen la cultura de hoy como aquellos hacían a su modo, dando libertad a los artistas e imitando el modo de gobernar de los príncipes del tiempo. No acogerán la cultura de hoy ni los modos democráticos de gobernar hoy, con los valores de igualdad entre sexos y la preferencia por los más pobres y excluidos.
Me surgen varias preguntas. ¿La Iglesia institucional y bastante fieles no están dando mucho más importancia a las formas que a lo esencial? ¿Es malo el rito antiguo y es bueno el rito nuevo, o viceversa? La primera eucaristía, la última cena de Cristo con sus apóstoles, se celebró alrededor de una mesa. No con Cristo de espaldas, pero tampoco desde un altar mirando a los apóstoles sentados en bancos uno tras el otro sin verse la cara, como en la misa. ¿Lo esencial no es “amar a tu Dios y a tu prójimo?, palabras de Cristo, y que el prójimo es cada ser humano. Cosa más difícil que de discutir sobre los rituales. Cristo no dijo según qué rito había que celebrar la eucaristía. Desde que yo era pequeño, que ya hace unos cuantos años, no se ha hecho más que hablar del ecumenismo, que la Iglesia Católica siempre ha interpretado como el retorno a la Iglesia de Roma, “que los otros se arrepientan”. Lo que no se ha alcanzado en el pasado y que, con las actitudes actuales, difícilmente se podrá alcanzar en el futuro. ¿Seguiremos esperando un milagro? Yo, católico, tengo un amigo alemán protestante con el que me entiendo ecuménicamente porque ambos nos sentimos cristianos, y nos basta. Y me entendería con un musulmán también, ya que si Cristo dijo “ama a tu Dios” también quería decir “Alá”, porque es el mismo Dios que el mío, porque solo hay uno.
Estoy de acuerdo con René. Damos demasiada importancia a la estética de las cosas y no nos detenemos en el mensaje de fondo, en la doctrina de Jesús. En mi opinión esta doctrina, hoy, estaría más cerca de una Iglesia progresista y avanzada, que estuviera preocupada por los problemas que afectan a sus seguidores. Y, desde luego, con amplias miras y que no dejara de dialogar con el que utiliza otro nombre para su Dios que, como bien dice René, es uno solo.
No nos perdamos en cuestiones irrelevantes. El Papa
tampoco ha impuesto nada por el simple hecho de restaurar
una tradición anterior de oficiar la misa, a la que
tampoco debemos de sacar tanta punta, so pena de irnos
por los cerros de Úbeda. El problema a mi juicio es otro.
Hoy más que nunca estamos juzgando la presencia de la Iglesia en la Sociedad, en la vida política, cuáles son sus limites y sí de verdad debe ser ajena a toda realidad político-social o no. Yo pienso que tiene su sitio, y desde
luego hoy más que nunca, pues ni todo es política en esta realidad macro-económica que nos anega, ni todo puede quedar a merced de un hombre, un voto. También «democracia», al amparo de sus mayorías, puede transgredir
los derechos de las minorías, del débil, y ahí debemos de estar atentos, y desde luego con los Derechos Humanos por bandera.
Pienso por ello que la Iglesia en un Estado laico actual tiene que servir como guía humanizadora de la propia democracia sin perderse en la inmediatez de la carrera
política, pues su lugar está más allá, en pura y solitaria vanguardia. En lo que para mí es la búsqueda y establecimiento permanente de HORIZONTES DE VIDA Y ESPERANZA, pues es sólo en esa relación del horizonte con la distancia que nos separa, cuando nos permitimos captar LA REALIDAD verdadera de las cosas.
Lo más especifico, pues, que puede aportar la Iglesia -a la larga- en política, es introducir en la conciencia colectiva el principio de compasión-justicia y el principio de parcialidad ante el pobre, y poner signos de
ello.
Es la mejor manera a mi juicio de contribuir a la laicidad de los Estados democráticos.